La Real Academia de la Lengua nos dice que revolución es, entre otras acepciones, un “cambio violento en las instituciones políticas, económicas o sociales de una nación”. En la Enciclopedia de la Política, de Rodrigo Borja, leemos que es un movimiento que entraña un cambio estructural de la organización social. Borja recuerda a Ortega y Gasset y añade que la revolución busca cambiar los “usos” de una sociedad, mientras que la rebelión se opone a los “abusos” del poder. Por lo general, las revoluciones nacen en los estratos populares, en los centros urbanos, e implican el empleo de la violencia. En la historia del Ecuador, se considera que fue una revolución auténtica la dirigida por Alfaro.
La revolución se orienta hacia la transformación de realidades que considera injustas u opresivas. Su meta es un bien social que el anterior Régimen ni ofrecía ni garantizaba. Si llega al empleo de la violencia es porque el orden social amenazado defiende el statu quo, con lo que nace la confrontación. Sin embargo, hay también revoluciones pacíficas.
Una auténtica revolución está guiada por la voluntad de cambio y no por el deseo de venganza. Al buscar que la justicia y las oportunidades de progresar sean iguales para todos, la revolución no discrimina en contra de los que antes disfrutaban del orden injusto. Si así fuera, propiciaría un sistema que, al repetir los errores del pasado, estaría condenado a ser el germen de una nueva revolución transformadora.
Pero los revolucionarios no son todos lúcidos y cometen iguales o peores errores que aquellos que condenan. Los hay que, predicando “all you need is love” practican y enseñan el odio, la revancha, la destrucción del otro, el envilecimiento del que tiene ideas propias, la división antagónica de la sociedad. Esa es o parece ser la revolución socialista del siglo XXI que busca alimentar con pan a sus adeptos y con agravios y bajezas a los demás, que denigra ahora a los que ayer homenajeaba, que injuria a ciudadanos honestos que defienden su libertad de pensar y decir lo que piensan. ¿Cómo compaginar la prédica de “all you need is love” con los segmentos sabatinos de saña y persecución que denominan “canallada de la semana” o “cantinflada de la semana”, que son -esos sí- canalladas impropias de un Gobierno democrático? La revolución es, para éstos, el desquite, la venganza, el “cambiar los papeles”, el actuar movidos por resentimientos y complejos. Tales revolucionarios creen que al defender su criticada conducta están defendiendo el concepto del honor, pero se deleitan mofándose y haciendo escarnio del honor de los demás. Para ellos, armonizar los distintos intereses es destruir el interés ajeno. La paz social en la paz del cementerio. ¡Son de los que creen que para eliminar la muerte, hay que matar!