¡Finalmente sucedió un debate de izquierda en Quito, con múltiples interpretaciones! Por supuesto, había de todo. Los más radicales diciendo que Lula, Bachelet o Tabaré en verdad son una especie de socialdemócratas disfrazados porque no solo que aceptan e incentivan la existencia del mercado, sino que además no tienen ningún plan de pelearse con EE.UU. Por supuesto que para ellos, el bloque de la Alba es el que más está haciendo avances, aunque sea solo porque están retando al Imperio y creando contrahegemonía. Bien por ellos.
Sin embargo, hubo otras visiones que talvez encajan un poco mejor dentro de esa idea de generar pensamiento crítico. Ser de izquierda es ser crítico con el capitalismo -por supuesto-, pero en palabras de Massimo Modonessi:
“Sin dejar que una retroizquierda o izquierda estatizante quite espacio para la creación de subjetividades”. Para él, ser de izquierda es creer en la creación de una sociedad mejor, a partir de las contradicciones. Y algo muy importante, cree que los verdaderos logros de la izquierda del siglo XX no fueron los proyectos de socialismo institucionalizados -como la URSS o Cuba- sino los grandes movimientos sociales que surgieron como contestación a los excesos del capitalismo, como necesidad de la gente de demandar derechos, aspiraciones, reformas, cambios.
¿Estamos procesando eso aquí? No estoy segura, mucho menos cuando el Secretario de Planificación anuncia que el proyecto en Ecuador es un “socialismo republicano” donde se cambien todas las relaciones de producción, además se propenda a “la ciudadanía virtuosa y al igualitarismo”, que es muy complejo de procesar con un “futuro lleno de proyectos comunitarios ecoturísticos”. Una mezcla de muchas cosas: marxismo, utopismo y algo de moral católica que juntos pueden ser deterministas.
El problema real es que si estos anuncios son ciertos, hay dos gobiernos en uno. Y los dos sectores de gobierno se hacen juegos de suma cero entre ellos. Mientras un sector cree estar reformando el Estado, el mercado y la sociedad; el otro sector quiere acrecentar el Estado, terminar con el mercado y coordinar a
la sociedad. Poniéndolo en sencillo, unos quieren parecerse a Venezuela y otros a Uruguay, y la verdad no son ideas convergentes.
La pregunta crucial es: ¿por qué grupo opta el Presidente? La definición es necesaria porque de dilatársela por más tiempo sólo pueden pasar dos cosas: el Gobierno se vuelve bipolar y por lo tanto inefectivo y dos, la economía seguirá hundiéndose, en espera de definiciones de largo plazo. El Presidente no debería tener miedo, cualquiera de las dos vías siguen siendo de izquierda. Y nosotros, los ciudadanos, habremos ganado por partida doble: sabremos a qué atenernos sin ambages y dos, sabremos cómo crear nuestros espacios de contradicción y subjetividades, tal como dijo Modonessi…