Gabriela Pazmiño retornó hace cuatro años y se puso un taller de costura en Cuenca. Foto: Xavier Caivinagua para EL COMERCIO
Los negocios de los migrantes se desarrollan en Cuenca, Gualaceo, Paute y Chordeleg.
En esos cantones crecen los emprendimientos de 65 migrantes, todos retornados de EE.UU. desde hace cinco años.Ellos integran la Asociación de Migrantes Retornados de Azuay y sus Familias (AMAF).
Fausto Tepán vivió 25 de sus de 53 años en Nueva York y retornó a su natal Cuenca en el 2014 porque se quedó sin trabajo, debido a los mayores controles migratorios.
Su último empleo fue en una fábrica de costura. Allí, aprendió a elaborar carteras, billeteras, bolsos y mochilas. A través del Plan Retorno del Gobierno ecuatoriano importó máquinas exoneradas de impuestos, que las emplea -en la actualidad- en su negocio en la capital azuaya. Cada mes fabrica 100 bolsos de cuero con la marca Broadway.
Su pequeño taller está en el segundo piso de la vivienda, que construyeron con su esposa Nancy Plaza. Invirtieron el dinero que ganaron en EE.UU. “Regresamos antes de gastarnos los ahorros”, contó Tepán, quien hace tres años abrió su emprendimiento y poco a poco tiene más clientes dentro y fuera de la ciudad.
Justo Zhagüi, de 53 años, abrió un taller de metalmecánica en la parroquia Tarqui. Foto: Xavier Caivinagua para EL COMERCIO
Su esposa vende los bolsos los miércoles en la Feria Libre de El Arenal, en el sur de Cuenca, o en las ferias organizadas por AMAF para las fiestas de la urbe. Cada mes tienen ingresos por USD 5 000.
Esta asociación se creó en el 2015 con 20 familias. La idea fue ayudar a conseguir trabajo a los emigrantes y asesorarlos para que inviertan. Los miembros retornaron de forma voluntaria o fueron deportados y requerían ayuda para abrir un negocio, dijo el presidente del grupo, Vicente Salcedo. El 2018 se sumaron tres familias.
Por lo general, los asociados emprenden en actividades que aprendieron en el exterior como costura, viveros de plantas, elaboración de productos naturales y de limpieza, mecánicas, entre otras.
Como grupo, consiguieron que la Casa del Migrante, la Empresa Municipal de Desarrollo Económico de Cuenca y la Gobernación del Azuay apoyara con capacitación en idiomas, tributación, contabilidad y que en los feriados les den espacio para sus ferias.
La última Feria de Migrantes Emprendedores fue en Navidad en el parque de San Blas, centro de la urbe. En ese espacio coincidieron Fausto Tepán y Justo Zhagüi, de 53 años.
Este último tiene una mecánica industrial en la parroquia cuencana de Tarqui. Allí fabrica puertas, ventanas y cocinas. “En estos espacios vendemos nuestros productos y conocemos a más clientes”, dijo Zhagüi, quien retornó al país en diciembre del 2014 porque su madre estaba enferma.
Él vivió durante 22 años en Nueva York, donde trabajó en factorías, talleres de costura y mecánicas industriales.
En la parroquia Tarqui invirtió USD 10 000 en la instalación del taller. Su objetivo es llevar su local a un terreno más grande. “No tenemos más opciones para trabajar, que abrir un negocio propio”.
Por ello, busca obtener un crédito. El acceso a préstamos con intereses bajos y plazos largos es el principal requerimiento de los socios de esta agrupación, dijo Salcedo.
De la zonal 6 del Ministerio de Relaciones Exteriores han recibido talleres para acceder a créditos, pero hasta el momento ninguno de los socios de esta asociación se ha beneficiado, aseguró Salgado.
Para Salcedo, el apoyo económico es importante para que el migrante crea otra vez en su país, “porque cuando emigraron no lo hicieron por su propia voluntad, sino por las malas políticas económicas de los gobiernos”.
Él viajó en 1994, cuando no había estabilidad económica en Ecuador. Salcedo distribuía productos de consumo masivo y las devaluaciones del sucre provocaron que su negocio quebrara.
Con la venta de la mercadería que tenía canceló sus deudas y se marchó. “En Ecuador hay que ser perseverantes para que los negocios tengan éxito”, indicó Salcedo.
El año anterior, los emprendedores de AMAF participaron en ocho talleres y seis ferias. Juan Diego Ulloa y su esposa Gabriela Pazmiño se han beneficiado de estos espacios.
Él emigró en 1999, se radicó en Massachusetts (EE.UU.). y retornó a Cuenca hace cuatro años. Desde entonces abrió una oficina de traducciones.
Allá laboraba en el planchado de ropa y corte de hilos. Luego pasó a ser jefe de bodega, intérprete y ayudante de cotizaciones. También, estudió algunas materias de administración de empresas.
Su esposa trabajó en una tienda de costura y diseño de prendas. Ahora, ella está vinculada a la confección de uniformes para estudiantes de planteles educativos, vestidos de novia y ropa en general.