Los habitantes de la capital deben empezar a prepararse para un drástico cambio en sus hábitos y conductas urbanas, pues a partir de marzo próximo el Municipio ejecutará un plan de restricción vehicular que incidirá de manera importante en la vida cotidiana y que está destinado a tratar de aliviar el grave problema de movilidad, a consecuencia del aumento del parque automotor.
La medida, que ya se aplica en decenas de urbes del mundo, implicará básicamente que en determinados días de la semana se restrinja la circulación de un número específico de automotores. Se intenta que la medida reduzca el nivel de contaminación, alivie la congestión vehicular y permita que el traslado de un lugar a otro se haga en un tiempo menor al actual, especialmente en las horas en que la mayoría de la población se moviliza desde y hasta sus hogares, oficinas, centros educativos, etcétera.
El éxito de la regulación, sin embargo, depende de muchos factores. Primero, el Municipio debe ofrecer y exigir un transporte público más eficiente, un sistema de semaforización contemporáneo y una amplia y racional oferta de parqueaderos. Segundo, que la Policía de Tránsito modernice los criterios con los que trabaja en beneficio de una circulación más organizada y segura. Y, finalmente, que la sociedad asuma como propia la medida.
Como todo problema colectivo, la solución no depende solamente de quienes dirigen la ciudad sino de todos sus habitantes. Peatones, conductores, transportistas, ciclistas, educadores, medios de comunicación y autoridades civiles y policiales tienen, cada uno, su responsabilidad específica. Si algún sector no cumple su obligación perjudicará a los demás y, finalmente, frustrará una alternativa para mejorar la vida cotidiana.