Gabriela García es chef en el restaurante SuperFoods. Cuenta que a diario investiga para innovar en la cocina. Foto: Diego Pallero/ EL COMERCIO.
Cocinar en estos locales es una aventura que va más allá del solo hecho de preparar un plato que cautive a cualquier paladar. La idea es que cada receta hecha en su cocina sea tan bien pensada, equilibrada y sana que logre encender la chispa del cambio en los modos de alimentarse de los comensales.
Son 11 restaurantes que lograron un reconocimiento de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO: Sazón de la Abuela, Café con Alas, El Estadero, Los Cangrejos de la Pío XII, Ke Pavada, Balcón del Mundo, La Cuchara Orgánica, Tenedor Urbano, SuperFoods, El Balcón Sumak Rikuy y Jayac’s.
Desde octubre, en estos locales ubicados en varios puntos del Distrito se puede observar letreros celestes con la imagen de un plato humeante y una cuchara rodeando las palabras “Restaurante hambre cero”. Algunos son vegetarianos, otros ofrecen mariscos, pollo o carne, pero tienen algo en común: combaten el desperdicio y evitan la comida chatarra.
Junto a esta distinción está un material informativo que explica la naturaleza de este tipo de negocios: tienen espacios para que las madres den de lactar a sus hijos, ofrecen agua gratis a los clientes y garantizan, entre otras cosas, que sus productos vienen de manos locales y que cada alimento será fresco y limpio.
La Cuchara Orgánica está en Pomasqui y a las cuatro mujeres que le dan vida a este restaurante vegano-vegetariano no les costó recibir este reconocimiento. Cuentan que cuando personal de la FAO fue a visitarlas, encontraron un local que ya tenía su área de lactancia materna e incluso un pequeño huerto para cultivar flores comestibles, tomates y otros alimentos para su cocina.
Pastora Tugulinago es madre de Lorena Criollo y Elizabeth Tugulinago, y abuela de Noemí Suárez. La mujer lleva más de 35 años experimentando en cocina vegetariana y es la inspiración de Noemí, quien está por terminar su preparación como chef y viajará a Perú para estudiar nutrición.
Así, ella aportará con lo aprendido en las aulas a un negocio familiar que ha desarrollado sus propias recetas de forma empírica. La idea, dice Elizabeth, es regresar a las raíces culinarias ecuatorianas, pero de una manera saludable. En La Cuchara preparan guatita, yahuarlocro o seco de chivo pero sin proteína animal. Lo hacen usando ingredientes como los que consumía Pastora en su niñez: máchica, quinoa, mashua, cúrcuma y otros.
Así, estas mujeres han aportado a grandes metas globales para combatir la problemática del hambre. Según Agustín Zimmermann, representante de FAO en Ecuador, el objetivo de reconocer restaurantes como este es trabajar por materializar el Objetivo de Desarrollo Sostenible 2, que es precisamente caminar hacia una meta de hambre cero para el 2030.
Esta no es una certificación, sino que valora a locales que evitan el desperdicio de alimentos y que piensan en la comida bajo el concepto de dietas saludables, accesibles y sostenibles que promueve la FAO. Sus datos revelan que en Ecuador se desperdician 939 000 toneladas de alimentos al año, y representan USD 334 millones por día y con las cuales se podría alimentar a 1,5 millones de personas. Paradójicamente, esa cifra encaja con los índices de desnutrición en el país, dice Zimmermman.
Elizabeth Tugulinago alimenta diariamente su huerto con residuos del restaurante La Cuchara Orgánica. Foto: Diego Pallero/ EL COMERCIO.
El hambre en el mundo tiene dos caras. Por un lado está la subalimentación y desnutrición y en el extremo opuesto están la obesidad y el sobrepeso.
Por eso, en estos restaurantes es un requisito servir cantidades razonables de comida, siguiendo reglas como los platos con porciones 3×1: mitad ensalada , un cuarto de proteína y el último de un cereal.
En las mesas de los locales de La Floresta y Cumbayá de SuperFoods no se coloca sal ni mayonesa o salsa de tomate. Su carta indica si el plato es vegano, libre de gluten o de endulzantes. Además, indica el número de calorías y detalla que todo lo que se sirve (incluso los adornos) es comestible, dice Mariuxi Imbaquingo, administradora en La Floresta.
La chef Gabriela García asumió su trabajo como un reto para su creatividad. En una cocina típica no hay tanta exigencia de sacarle el máximo provecho a cada producto local como en SuperFoods. Por eso, su tarea no es solo cocinar sino trabajar por un cambio de hábitos alimenticios en la gente y lo hace investigando y aprendiendo constantemente.
Esta iniciativa tiene cinco años, dice Gizzella Greene, la propietaria. Cuando la idearon, pensaron en marcar un camino hacia una alimentación holística y saludable, a través de alimentos con alto valor nutricional y consumo responsable. “Cada uno de los puntos evaluados en el reconocimiento Hambre cero son los pilares de nuestra oferta. Buscamos inspirar a otros para que los incorporen”, enfatiza.