Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO
Del restaurante Toronto solo quedan escombros, vidrios desperdigados y desorden. El lunes 25 de diciembre del 2017, una cinta amarilla impedía el ingreso al local. La explosión ocurrida a las 23:05 del 24 de diciembre convirtió en una tragedia los festejos de las familias que a esa hora disfrutaban de la cena.
Los cristales rotos, regados por la calzada, evidenciaban la fuerza de la deflagración, que hasta la tarde del lunes causó el fallecimiento de dos personas: Adrián, de 7 años; y María, de 80.
Solo personal del Cuerpo de Bomberos tuvo acceso libre al restaurante, ubicado de la avenida Río Coca y 10 de Agosto, justo al lado de una gasolinera.
Los uniformados descubrieron una central de gas construida de forma clandestina en la segunda planta del local. Esta fue localizada detrás de una pared y permitía conectar nueve tanques de gas domésticos.
¿Qué pasó con los controles? El lunes, las autoridades municipales indicaron que hubo tres inspecciones, entre el 2016 y julio de este año al local. En esos chequeos solo se identificó una central de gas, en la planta baja. Esta permitía conectar tres cilindros industriales, por lo que “las condiciones eran seguras” y el local operó sin inconvenientes.
Los bomberos también hallaron un tanque con “alteraciones” en la válvula. No se descarta que los propietarios ya hayan intentado controlar una fuga de gas, “manipulando de forma casera” el cilindro, según advirtió Éber Arroyo, jefe de los Bomberos de Quito.
La noche del 24 de diciembre, tras la deflagración, los uniformados incluso localizaron 44 cilindros domésticos. Por ahora, lo que se sabe es que la explosión pudo haber ocurrido por la fuga de gas en esa segunda planta, donde operaba la central clandestina. Todavía no se conoce qué la originó (el encendido de un foco, una llama, etc.).
Técnicos del Municipio explicaron a EL COMERCIO que las deflagraciones suelen ocurrir por fugas en las válvulas de los tanques o en las mangueras. Los expertos recomiendan contar con detectores de gas y revisar, al menos cada tres meses, la manguera. La inspección debe realizarse con agua y jabón, para hallar anomalías.
Como parte de las investigaciones, una persona -aparentemente el dueño del local- está detenida. Las autoridades municipales serán parte del posible proceso penal que se active en contra del propietario.
Alejandro Terán, especialista en gestión de riesgos, asegura que no es incompatible que una estación de gasolina funcione al lado de un restaurante. “Hay protocolos de seguridad mediante normativas municipales y también de funcionamiento interno de las empresas. Cuando eso no se respeta, como por ejemplo el mantener una central clandestina, se producen estos problemas. Hay que respetar las normas”.
Las autoridades dijeron que la administradora presentó los permisos de funcionamiento, entre estos la licencia de actividades económicas. Aún así, el local fue clausurado.
2 víctimas de la explosión
El 25 de diciembre, mientras las autoridades recorrían el restaurante, en la morgue se vivían escenas más duras. Familiares del niño hacían los trámites para retirar su cuerpo. Juan Carlos Díaz, tío del menor, comentó que todo ocurrió en pocos segundos. “Solemos hacer la cena fuera de casa. Hace dos años celebramos en este mismo lugar y esta vez quisimos repetir”.
Él recuerda que solo escucharon un “horrible estruendo”. La explosión expulsó a sus familiares de las sillas, en direcciones distintas. Pese a las heridas y al aturdimiento, buscó a su sobrino y lo encontró debajo de los escombros. Lo sacó del local y lo movilizó en su auto a una casa de salud.
“Yo sentía que su corazón todavía latía, pero en el hospital, aunque trataron de reanimarlo, ya no se pudo hacer nada”, relató ayer en la morgue.
La familia del pequeño asegura que no descansará hasta que haya sanciones. “Una empleada del lugar comentó que se encendió un foco de alerta de fuga de gas, pero nadie hizo nada, no nos evacuaron. Esto no fue fortuito, se pudo haber evitado”, cree Díaz.
Por la tarde, en cambio, se confirmaba la muerte de la mujer de 80 años. Parte de la estructura del restaurante cayó sobre ella y le produjo lesiones graves. En la mañana, sus familiares estuvieron en la Unidad de Flagrancia, para denunciar a los dueños del local.
Otras 11 personas resultaron heridas por la onda expansiva. Cuatro fueron trasladadas al Hospital Pablo Arturo Suárez; en el Hospital General de Calderón se atendió a un hombre de 42 años con quemaduras leves; y otros afectados fueron llevados al Hospital Carlos Andrade Marín, pero se desconoce su estado de salud. En el transcurso del día otros tres heridos recibieron el alta.
La deflagración, cuya onda expansiva alcanzó al menos dos cuadras, provocó daños en 12 vehículos estacionados cerca al local. El auto de Salvador Cachiguango quedó cubierto por el polvo y sin los retrovisores. Él estaba con cuatro personas dentro del restaurante. “Fue una explosión fuerte. Había personas llorando y corrían por todas partes”, contó.
El carro de Héctor Proaño, en cambio, se quedó sin parabrisas. Él recurrió a la Policía, para ver qué hacer. “Recuerdo que nos tiramos al piso…”.
En contexto
Las autoridades municipales aseguran que durante este año han ejecutado 78 300 controles para verificar las condiciones de los locales comerciales y así evitar posibles deflagraciones. Además se han atendido 1 015 denuncias sobre estos hechos.