Desde hace varias semanas -como se repite cada año al acercarse la Semana Santa- hemos sido testigos de una desinformación mediática y de especulaciones en contra de la Iglesia Católica y sus sacerdotes.Como bien recuerda el editorial de EL COMERCIO, se calcula en 400 000 el número de sacerdotes en todo el planeta. Otro dato que debemos considerar, según el Prof. Hans-Ludwig Kröber, director del Instituto de Psiquiatría Forense de la Universidad Libre de Berlín, quien se proclama públicamente ateo, luego de unos estudios estadísticos concluye que solo el 0,045 de los casos de sospecha de abusos sexuales a menores involucra a sacerdotes o religiosos y los mismos no tienen relación con el celibato sino con alteraciones de otro origen, decir lo contrario es “científicamente una tontería”, afirma el profesor.De estos datos reales nos resulta desproporcionado el titular del editorial de EL COMERCIO y otros diarios nacionales y extranjeros que, sin argumentos sustanciales, orquestan dudas de tal magnitud contra la Iglesia. Como ciudadanos ecuatorianos laicos, nacidos en un pueblo que se declara con más del 88% de su población católica, manifestamos públicamente nuestro reconocimiento y gratitud al Pontificado de Benedicto XVI, por la entereza y justicia demostradas en sus cartas y mensajes con motivo del tema de la pedofilia. Respaldamos con decisión otros principios fundamentales defendidos en su magisterio que incomodan en algunos ámbitos y cuya defensa causa la reacción adversa de grupos interesados a escala mundial, estos principios no negociables son 1.- La defensa de la vida desde la concepción hasta la muerte natural -lamentablemente, crímenes como el aborto aún siguen bajo la cultura del silencio o el encubrimiento por intereses económicos transnacionales-, 2.- El matrimonio exclusivamente entre varón y mujer, célula fundamental de la sociedad, al que no se le pueden equiparar otro tipo de asociaciones, y 3.- La libertad religiosa y de educación, con especial énfasis en la profesión pública de la fe y en el derecho de los padres a educar a sus hijos conforme a sus propias convicciones morales y religiosas, principios todos que deben ser garantizados por el Estado y sin tibieza.Igualmente, manifestamos nuestra gratitud a esa mayoría indiscutible de sacerdotes y a todos los hombres y mujeres consagrados que nos dan testimonio de la compañía concreta y real de Dios con la humanidad, en su rostro visible que es la Iglesia. Gratitud que nace de aquello que nosotros mismos hemos visto, es decir, su vida de entrega, amor y servicio con el pueblo y de manera especial con los más necesitados. Isabel M. Salazar,Lucía Salgado, Carlos Freile, Comunidad Católica Tumbaco