En EL COMERCIO del 9 de enero, página 20 y replicado en la web del Ministerio de Salud, he leído sorprendido y preocupado una carta firmada por la doctora Carmen Laspina, directora general de Salud.
Debo aclarar que me reivindico en mis expresiones científicas textuales (sobre la tasa de mortalidad materno infantil) y no creo merecer la descalificación fanática y antiética por parte de mi colega. Ella puede criticar o interpretar libremente lo que expreso textualmente. Lo que no debe ni puede es querer tener la razón empecinadamente descalificando, ofendiendo y faltando el respeto al otro.
Mis críticas, no personales, recogidas por el Diario, parten justamente de lo que la funcionaria reivindica a pie juntillas y llama “fuente oficial de datos demográficos”, el INEC.
Las cifras del INEC de mortalidad infantil con relación a la mortalidad fetal e incluso materna, siempre me inquietaron, de manera que creo que deben ser estudiadas seriamente. Además de algunas dudas surgidas de los análisis respecto a su calidad, porque devienen de un subregistro, he tenido la oportunidad de escuchar en los últimos años observaciones contundentes en algunos ámbitos científicos sobre las expectativas de alcanzar las Metas del Milenio.
Los salubristas hemos visto con satisfacción los descensos de mortalidad infantil en Chile, Cuba, Costa Rica… Si bien en todos los casos se partía de cifras mucho más altas que las actuales, en el caso ecuatoriano nunca vimos acompañadas con el aumento de las cifras de mortalidad fetal. Y, en casi todos los casos, acompañadas con la lenta disminución de mortalidad materna.
Es prioritario analizar cuidadosamente cómo se han elaborado las tasas y si alegremente modificaron las definiciones internacionales de mortalidad infantil y fetal. Si se hallan violaciones a esas convenciones, por conveniencias y ajustes políticos, hay que corregir urgente esos ‘errores’. La fuente oficial de estadísticas ha publicado, algunas veces, incoherencias como estas: gran aumento de muertes fetales, disminución de nacimientos y aumento de mortalidad materna. Mucho me temo, por ello, que en estos casos hay una clara manipulación de las estadísticas de mortalidad infantil y materna.
Concretamente, y para que entienda cualquier ciudadano, es posible que por ignorancia o con la complicidad de ciertas autoridades se haya decidido que especialmente en los sectores más vulnerables y empobrecidos los nacidos vivos menores de 500 gramos sean considerados nacidos muertos y no formarían parte de la tasa real de mortalidad infantil que sería mucho más alta como sostengo en la entrevista.
Por lógica, la desproporción entre mortalidad infantil y fetal hacen necesaria una seria reflexión sobre los subregistros y los métodos estadísticos y si fehacientemente hay cambios, que se informe como es de rigor, no solo a la comunidad científica sino a la sociedad.
Queda claro entonces que, cifras tan bajas de mortalidad infantil -de las que se vanagloria la funcionaria del Ministerio de Salud- nos parecen una generosidad del INEC, pues no vemos una disminución de la morbilidad infantil.
No olvidemos que hace un año el Programa Mundial de Alimentos alertó de los desmesurados niveles de desnutrición infantil en Ecuador ya que lamentablemente solo nos gana Guatemala, Honduras y Bolivia. Queda explicado que la información falsa y las fuentes poco confiables provienen precisamente de sectores gubernamentales, en donde no se hace investigación seria sino sumisión seriada, donde no hay funcionarios públicos sino individuos, pública y sistemáticamente, funcionales a cada Gobierno, solo visibles para defender sus prebendas y quedar bien con el mandamás y el ministro de turno.
NDLR: Cumplimos con registrar todas las versiones sobre este tema y damos por terminada esta polémica.