Un refugio entre sueños y frustraciones

Un estudio del Comité Permanente de Defensa de los Derechos Humanos revela que en Durán viven unas 138 personas con necesidad de protección internacional. Foto: Enríque Pesantes / EL COMERCIO

Un estudio del Comité Permanente de Defensa de los Derechos Humanos revela que en Durán viven unas 138 personas con necesidad de protección internacional. Foto: Enríque Pesantes / EL COMERCIO

Un estudio del Comité Permanente de Defensa de los Derechos Humanos revela que en Durán viven unas 138 personas con necesidad de protección internacional. Foto: Enríque Pesantes / EL COMERCIO

Hasta el 2013 Ecuador registró 175 000 solicitudes de refugio y 54 000 aprobaciones. Parecen simples cifras, pero detrás de cada número hay miles de historias de esposos, madres, hijos, abuelos y hermanos que dejaron su tierra hace ocho, 10 o más de 20 años para empezar de cero en ciudades como Guayaquil (solo aquí hay más de 3 000 refugiados, según registra el Comité Permanente de Defensa de los Derechos Humanos).

Lucenia llegó hace 24 años. Dejó su natal Valledupar en el departamento colombiano del Cesar (el 98% de las personas en condición de refugio en el país es de Colombia). Cuando cuenta por qué huyó lo resume en una palabra: violencia. “Allá corría peligro mi viva. Cuando ya tenía 12 años acá, a mi hermano lo secuestraron y lo mataron allá”.

Lucenia tiene tres hijos, todos ya adultos; aunque en realidad son cuatro. Mientras cuenta su historia, un pequeño juega alrededor con un monopatín. “Lo único que me ata acá es él”, dice.

Al niño lo conoció hace 10 años, cuando visitaba a una vecina. “Llegué y me encontré con la noticia que una señora había muerto y dejaba nueve hijos. Entramos a la casa donde la estaban velando y oí a un bebé que lloraba desconsoladamente. Era él”.

El pequeño estaba envuelto en una manta que ocultaba su desnutrición, la hinchazón de su vientre y las escaras en su piel. Lucenia le rogó a su padre para llevarlo a una clínica del suburbio donde el diagnóstico no fue alentador. “Me dijeron que no viviría”.

Después de varios meses en un hospital, el padre del niño aceptó que Lucenia -o Colombia, como le dicen sus allegados- se encargara de él. “Cuando le dieron de alta llamé a bienestar social para que se lo lleven, pero yo ya sentía un apego y decía: dondequiera que se lo lleven yo lo visito (…). Luego su papá y su familia aceptaron que lo cuidara y ahora estoy en el trámite de adopción”.

El pequeño, para Lucenia, es un milagro. Superó múltiples y severas enfermedades, y tiene una inclinación por el arte que cada día le admira más: es muy hábil en la cocina, aprendió rápidamente a tocar la batería -ahora quiere aprender guitarra- y hace unos alucinantes dibujos abstractos, fuero de lo común para su edad.

La madre lo cuenta con orgullo, aunque en la escuela no le vaya tan bien. El niño está en cuarto de básica pero tiene problemas de aprendizaje. “Se le complica aprender las letras y los números. Es como un niño de preparatorio y la maestra no es muy paciente”. Por eso, a más de las clases regulares, Lucenia se sacrifica por acompañarlo a clases individuales en una fundación. Su sueño es concluir el proceso de adopción.

En busca de un empleo estable

Seguridad social, acceso a créditos para levantar negocios propios o ingresar a alguna empresa. Ese es el anhelo de otros.

El miércoles, la casa de Norberto se abrió a una asamblea de comerciantes colombianos. Norberto es paisa, vive en Ecuador hace seis años y abrió un taller de ebanistería en Durán. En su sala también estaban Álex, caleño; y Efraín, otro paisa, quienes recorren ciudadelas de Guayaquil con carretas cargadas de artículos de todo tipo. “Somos asesores de ventas”, dice Álex, siempre sonriente.

Un estudio del Comité Permanente de Defensa de los Derechos Humanos revela que en Durán viven unas 138 personas con necesidad de protección internacional. El 73% huyó de actos violentos y el 95% de ellos espera radicarse definitivamente en Ecuador.

Alcanzar algunos derechos es una tarea un tanto difícil. En cuanto a servicios, el 94% alquila un espacio para vivir; el 34% logró acceder a educación (otros no pueden conseguir matrícula por falta de documentos) y de 20 encuestados solo dos lograron abrir cuentas bancarias.

Ricardo dirige al grupo de comerciantes de Durán. Llegó hace siete años desde Guapí, departamento del Cauca. Ha intentado trabajar en empresas, comercios hasta ser guardia de seguridad. Pero al mencionar su nacionalidad las puertas se cierran.

La discriminación es uno de los obstáculos con los que se topa a diario, pero él no se queda de brazos cruzados. Para mantener a su familia -su última hija es ecuatoriana-, optó por vender refrescante agua de coco y deliciosos pasteles. Así que cada día madruga para recorrer las calles. “Nosotros no queremos plata, la plata no es la felicidad. Queremos un futuro para nosotros y para nuestros hijos”.

Un sueño hecho realidad

Los hijos son también la inspiración de Carmen, quien llegó hace 13 años desde Buenaventura. Su rostro aparece en la campaña #Conlosrefugiados de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (según Acnur, casi 60 millones de personas en el mundo son desplazadas).

Su foto está junto a la de Wafaa, una diseñadora de modas quien permanece en campamento de refugiados en el norte de Grecia después de huir de la guerra en Siria y sueña con tener a su familia completa de nuevo. Y junto a la de Tinalbarka, quien vive en Mbera; ella quiere ser abogada y olvidar la violencia de Mali. O la de Mojtaba, quien huyó de los talibanes cuando tenía 13 años. Ahora vive en Austria y está empeñado en encontrar una cura para el cáncer.

Al firmar la petición #ConLosRefugiados, se busca impulsar a los gobiernos a garantizar que todos los niños refugiados tengan acceso a la educación, que todas las familias refugiadas tengan un lugar seguro donde vivir y que todos los refugiados puedan trabajar o formarse para adquirir nuevas competencias y así poder contribuir positivamente a sus comunidades. La petición será entregada en la sede de la ONU en Nueva York en la sesión de la Asamblea General del 19 de septiembre.

Carmen dejó su país después de que su hermano fuese asesinado. En Ecuador trabajó en una empacadora, en restaurantes y finalmente decidió dar pasos firmes para tener un negocio propio.

Las paredes de su taller, en Durán, están cubiertas por tiritas multicolores de cuero. Hay suelas por todos lados, de todos los tamaños y todas grabadas con su nombre. Carmen en la marca de las sandalias que diseña junto a su esposo Edwar.

Esta simpática y alegre trigueña fue la portavoz de la campaña Sonríe, estamos integrándonos. Tras esa iniciativa, Ile Miranda, una reconocida diseñadora de zapatos en Ecuador, se contactó con ella. Así nacieron unas sandalias gladiadoras a las que nombraron ‘Ella me quiso’.

Y mientras pega una tira tras otra, Carmen espera saltar los retos que vengan con sus resistentes sandalias -en casa, todas sus hijas las usan-. “He hablado con muchas personas que dicen que somos narcotraficantes, pero me lleno de paciencia para explicarles que no todos somos malos. Venimos de un país que tiene conflictos, pero no todos somos iguales”.

Otros datos

Según Acnur, hasta finales del 2015 el Ecuador ha recibido
233 049 solicitudes de asilo. El 70% de los refugiados en el país viven en zonas urbanas. Del 30% restante, la mayor parte permanece cerca de la frontera, en regiones con limitados servicios básicos e infraestructura.

El número de refugiados colombianos reconocidos en el país, llega a 57 325, de un total de 60 253 refugiados reconocidos. 

Este 20 de junio es el Día Mundial del Refugiado

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