El reencuentro en los camposantos atenúa el duelo dilatado por la pandemia

Familiares de fallecidos durante la pandemia visitaron Parque de la Paz el miércoles 10 de junio del 2020. Foto: Enrique Pesantes / EL COMERCIO

El lote 53 se convirtió en ese sitio íntimo de recogimiento y encuentro. El miércoles 10 de junio del 2020, casi dos meses después, la familia Naranjo Espinoza volvió a reencontrarse en el camposanto privado La Aurora, del Parque de la Paz.
“Tratamos de hacer un velatorio, aunque no es la misma sensación. Conversamos y leímos la Biblia para estar en comunión con ella”, dice Ricardo, hijo menor de Lissety Espinoza. Su nombre está grabado en un letrero sencillo, clavado en la tierra húmeda.
La abogada de 55 años, destacada por su carrera de mediación y en la docencia, falleció el 23 abril luego de una larga lucha. A inicios de marzo asistió a una reunión y pocos días después 38 de los asistentes tuvieron síntomas de covid-19.
“En sus últimos minutos pudimos despedirnos a través de una llamada telefónica -recuerda su hijo-; luego salió de la clínica en un ataúd”. Él, su padre y hermanos planifican visitar la tumba una vez al mes.
Los cementerios de Guayaquil y de otros cantones cerraron sus puertas en el pico de la pandemia por coronavirus. A fines de mayo el Comité de Operaciones de Emergencia (COE) nacional permitió que se reanudaran las visitas en ciudades con semáforo amarillo, de manera controlada.
Al cementerio Parque de la Paz llegan cerca de 40 familias por día desde el 1 de junio. El jefe de Marketing de los camposantos, Juan Carlos Ramírez, explica que los familiares deben registrar sus visitas. Pueden acudir hasta tres personas, entre lunes y viernes, en una hora determinada.
“El objetivo es cumplir con las medidas de bioseguridad y distanciamiento y, a la vez, permitir un momento de encuentro en el que los sentimientos se mantienen como en ese último día en que vieron a sus seres queridos, quizá al ingreso a un hospital o en casa”.
En los cuatro cementerios de Parque de la Paz hubo cerca de 3 500 inhumaciones entre marzo y abril, en el pico de la epidemia en Guayaquil.
Pasaron de 14 a 40 por día; en algunas jornadas llegaron incluso a 160.
En ese lapso, el COE cantonal reportó 9 030 defunciones, cerca de 7 000 por encima del promedio -en marzo y abril- aunque no todas relacionadas al covid-19. En los últimos 18 días, la ciudad registra cero muertes por encima de lo normal, según las autoridades.
Los cementerios de la Junta de Beneficencia de Guayaquil también tuvieron un repunte en esos meses. En el Patrimonial hubo 2 865 inhumaciones y cremaciones, más 394 en el Panteón Metropolitano; en total, 3 259 fallecidos.
Carlos Espinel, gerente de los camposantos de la Junta, explica que desde el 29 de mayo están permitidas las visitas, de lunes a sábado, en horario de 08:00 a 18:00 y bajo protocolos de bioseguridad. “En el ingreso a nuestras salas de velaciones es obligatorio el uso de mascarillas, se mantienen el máximo de 30% del aforo en cada sala, desinfección de calzado y toma de temperatura”.
Las salas de velaciones de la Junta se volvieron a abrir, pero en Parque de la Paz aún no.
Los cementerios municipales seguirán cerrados hasta que el cantón no pase a verde. Aquí reposan los restos de quienes fallecieron en sus viviendas o en los hospitales del Ministerio de Salud, durante la pandemia. A Parque de la Paz fueron trasladados 1 400 cuerpos, derivados de hospitales públicos y del IESS. El Gobierno Nacional, a través de la Fuerza de Tarea, se encargó de coordinar las sepulturas.
“El ritual fue obviado por la emergencia -recuerda Ramírez-. Ahora se están permitiendo ceremonias de inhumación con máximo 10 personas, pero aún no hay misas ni se pueden usar las salas de velaciones”.
El domingo del Día del Padre no abrirán, pero harán una ceremonia virtual de bendición desde ese lugar.
Para la psicóloga Lucy Roldán, la pandemia ha causado un duelo dilatado y más intenso. A través de las redes sociales ha brindado charlas de acompañamiento y aconseja realizar ceremonias simbólicas para atenuar el dolor.
“La carga emocional es más grande al no tener ese ritual para decir adiós. Es aconsejable hablar en familia de lo que está sucediendo, puede ser por plataformas tecnológicas, para ayudarse mutuamente a cerrar la herida del duelo”.
El miércoles, Ricardo leyó el salmo 91, un fragmento bíblico que fortaleció a su familia durante la extendida hospitalización de su madre. Ese día también llevaron rosas al nicho, por ahora sin lápida. “No la despedimos como ella lo merecía -se lamenta el joven-. Aunque poco después recibió un homenaje del Municipio de Guayaquil; y sus colegas expresaron su aprecio en las redes sociales. En parte es un alivio saber que dejó huellas”.
En contexto
Desde junio la curva de defunciones cayó en Guayaquil. Según COE cantonal, las últimas semanas hay cero muertes por encima de lo normal en los reportes de cementerios y del Registro Civil. Los camposantos municipales reabrirán en semáforo verde.