La tentación de reelegirse no depende de ideologías en América Latina

Una imagen emblemáticas de la historia política argentina es aquella en la que caminan, de espaldas a las cámaras, el expresidente Raúl Alfonsín (radical) junto al mandatario de entonces, Carlos Menem (peronista), en los jardines de la residencia presidencial de Olivos. Fue el símbolo del denominado ‘Pacto de Olivos’ de 1993 y que dio vía libre a una reforma a la Constitución que permitía la reelección presidencial por un solo período consecutivo. Un año después, Menem ganaba las comicios.

En ese mismo 1993, el 5 de abril, Alberto Fujimori dio el denominado “autogolpe”: disolvió el Congreso, reorganizó el Poder Judicial y reestructuró la Contraloría. El 31 de octubre de 1993, convocó a un referéndum que, entre otras cosas, aprobó con el 53% de los votos la reelección presidencial. Y Fujimori fue presidente del Perú por un segundo período. 


Mantenerse en el poder ha sido una de las mayores tentaciones en este siglo en Sudamérica, “y es algo que nos remite a los caudillos del siglo XIX y que no han dejado de ser el mal de nuestra región”, dice el analista internacional David Vela. 


Si en la mayor parte del siglo pasado la reelección se prohibía en gran parte de Sudamérica, las cartas magnas fueron modificándose para permitir la reelección, sea consecutiva o alternada. Pero cuando fenecía el XX y nacía el XXI, algunos mandatarios no han sabido resistir la tentación de prolongar su mandato por un tercer período consecutivo.

Menem coqueteó con la “re-reelección” en 1999, pero tuvo que abandonar la idea luego del gran rechazo nacional que generó al gobernar un país aquejado por el modelo neoliberal que él implantó.


Tampoco tuvo una buena acogida las recientes propuestas de aquellos que anhelaban que la actual mandataria argentina -y antípoda de Menem-, Cristina Fernández, se mantuviera por tercera ocasión consecutiva en la Casa Rosada.


Fujimori fue el primero en gobernar por tercera vez consecutiva al inaugurar este siglo. Ganó las elecciones del 9 de abril del 2000 gracias a “la interpretación auténtica de la Constitución”. No era otra cosa que considerar que el país vivía bajo una nueva Carta Magna (del 2003); por tanto, solo había gobernado por un período. Pero su final fue nefasto: debió renunciar a la Presidencia el 19 de noviembre de ese año y refugiarse en Japón, tierra de sus padres. Ahora está en un centro de detención de máxima seguridad cumpliendo una condena de 25 años, por corrupción, homicidio calificado, falsedad ideológica, entre otros cargos. 


En Bolivia, también se recurrió a la figura de una Constitución que vuelve todo a fojas cero. Al ser refundado el país como un “Estado Plurinacional”, el Tribunal Constitucional determinó que Evo Morales solo ha sido presidente en una ocasión. Así, para los comicios de este año, será el candidato por su partido, el Movimiento al Socialismo (MAS). 


Venezuela es, por el momento, el único país sudamericano que permite la reelección indefinida. Hugo Chávez lo logró luego de haber sufrido un revés en el referéndum del 2007, que intentaba modificar 69 artículos de la Constitución. Entre ellos, el 230, que aumentaba el período presidencial de seis a siete años y se retiraban los límites para ser reelegido. 


El 2 de diciembre de ese año, el Consejo Nacional Electoral anunciaba que el ‘no’ opositor triunfaba con apenas 1,5% de los votos. Fue la primera derrota electoral del chavismo en nueve años. Al Mandatario le costó reconocer ese revés: “esta propuesta no está muerta, sigue viva, y no la retiro”. En el 2009, se volvió a hacer un referendo, auspiciado por el oficialismo en la Asamblea, que lo ganó y habilitó para triunfar en las elecciones del 2012.


Aquello que los argentinos llaman “la re-re” no tiene color político alguno, sino que surgen en todo gobierno que ha gozado de popularidad. Fujimori, señala el analista David Cordero, llegó en momentos en que Perú estaba convulsionado por la violencia del grupo terrorista Sendero Luminoso.


Es algo parecido a lo que ocurría con Álvaro Uribe. Su férrea política contra las FARC hizo sentir a no pocos colombianos que vivir en paz era posible.


El surgimiento de los gobiernos denominados socialistas, en cambio, tienen otro tipo de popularidad por las políticas sociales que han implementado y que han permitido que los ciudadanos se sientan incorporados al desarrollo nacional.

Colombia, un caso aparte

La negación a Álvaro Uribe de participar en una tercera campaña presidencial es “un fenómeno interesante”, señala Cordero, que revela el grado de institucionalidad que tiene aquel país. 


Humberto Sierra Porto había llegado ser magistrado de la Corte Constitucional auspiciado por Uribe. Por sorteo, le correspondió redactar la razón por las cuales no se debía permitir el referendo que permitiera a Uribe postularse y que la Corte en pleno aceptó.


“Fue un fenómeno porque el funcionario hizo su trabajo sin dejarse llevar por cuestiones políticas ni agradecimientos. No fue una reacción social que permitió o impidió” a Uribe seguir ocupando la casa presidencial. Y tampoco fue un pacto del poder político en algún jardín republicano.

En contexto

La decisión de Alianza País de impulsar la figura de la reelección indefinida vía enmienda, nació de una propuesta del Partido Socialista. El texto que se elabore deberá pasar a la Corte Constitucional, que determinará si la reelección se lo hace por la enmienda o por consulta popular.

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