Los hijos de un hombre asesinado relataron la complicada situación que atraviesan, tras su ausencia. Foto: Vicente Costales/ EL COMERCIO
“¿Cómo podemos ayudar?”. Esta pregunta se repite en decenas de comentarios que dejaron los usuarios en la página en Facebook de El Comercio. “Facilítenos los datos… estos niños necesitan ayuda y muchos queremos hacerlo”, comenta un usuario más. “Yo tengo un hijo de tres años, esta historia me parte el corazón. ¿Cómo puedo ayudar?”. La historia de tres niños que escriben cartas a su padre asesinado generó este tipo de comentarios.
En la nota, publicada ayer, jueves 3 de marzo de 2016, se narra la historia de tres pequeños, de 11, 8 y 6 años, quienes dedican cartas y “mensajes al cielo”. Son notas pequeñas o garabatos sin un aparente sentido, pero allí le cuentan a su padre José Manuel Toaquiza, que lo extrañan, que lo quieren y que esperan que esté “disfrutando de los angelitos y de él cielo”.
Este padre murió a los 31 años, después de ser apuñalado a pocas cuadras de su casa, en el barrio Buenaventura, en el sector de Chillogallo, en el sur de Quito. Aparentemente se trató de una riña en la que le robaron su reloj. Su hermana Ángela Toaquiza dice que él era un ‘padre y madre’ para los tres niños, pues vivían con él desde que su expareja lo abandonó. Entonces trabajaba en una hidroeléctrica y podía costear su manutención.
Tras su asesinato, que el próximo martes cumplirá un año, la vida de los niños cambió radicalmente. Quedaron al cuidado de sus abuelos, una pareja de escasos recursos económicos, que no sabe leer ni escribir. Con los USD 10 que logran sacar de la venta de caramelos, el abuelo José Toaquiza paga la comida de los tres niños, la de su esposa y la suya. A veces -relata- él deja de comer para darles a sus nietos.
En las cartas que escriben los pequeños a su padre le cuenta también esa vida de carencias. No tuvieron regalos de Navidad, a veces se quedan con hambre, pero le dicen a su papá que sus abuelos son buenos con ellos y los quieren.