La Asociación Vida y Futuro clasifica, limpia y compacta los desperdicios reciclados, en un terreno en Calderón. Foto: Julio Estrella / El Comercio
No solo alarga la vida del relleno sanitario y evita que los plásticos vayan a parar al océano. El reciclaje es vital para que Mayra Soria compre las medicinas de su hija de un año, con una malformación en la cadera, y para que Ana Chaguano, de 70 años, pague la renta de la mediagua en la que reside en Calderón, en Quito.
Cuando una familia aprende a desechar la basura de manera diferenciada, además de ayudar al ambiente, hace que en algún lugar, un gestor ambiental tenga una vida más digna.
Eso fue lo que motivó a los vecinos del Quito Tenis, un residencial barrio del norte de la ciudad, a formar parte de un plan piloto hace casi seis años, y a comenzar a reciclar. Cerca de 2 800 familias fueron capacitadas por Emaseo y aprendieron que los plásticos deben enjuagarse antes de ser arrojados en una funda distinta, y que a las botellas se las debe destapar y aplastar.
Mariana Alarcón, administradora, cuenta que la dura realidad de los recicladores que desde hace varios años operaban en la zona los conmovió. Siempre que se refieren a ellos dicen “las gestoras ambientales” porque cerca del 70% de quienes tienen este oficio son mujeres, casi siempre acompañadas por niños. El 20% es de la tercera edad.
Para arrancar el proyecto, Emaseo capacitó a decenas de vecinos y entró en contacto con los administradores de los edificios. El espíritu de solidaridad creció y la gente se involucró. A quienes más costó adoptar esa cultura fue a las personas de la tercera edad. Lo confiesa Caridad Suárez, de 70 años, quien vive en un departamento de la zona junto a su esposo. Fueron sus nietas quienes la motivaron a colocar un tacho para las botellas y una funda para el papel y el cartón. Ahora conoce a la mujer que cada martes pasa por la puerta de su casa retirando ese material. Es madre soltera. Tiene cinco hijos. Y ya no escarba la basura para separar lo que le sirve de lo que no.
En Quito, son pocas las familias que reciclan. Apenas en 21 barrios, de los más de 1 200 que hay en el Distrito, Emaseo ha trabajado en capacitaciones y en algunos cuenta con reciclaje a pie de vereda y colabora con rutas específicas para productos reciclables. El año pasado, en esos sectores se logró recuperar 2 200 toneladas de reciclables, mientras que en el Distrito se recogieron 742 000 toneladas de basura.
El sector de Mariscal de Ayacucho, en el sur, también recicla. Karla Mejía, moradora de Santa Rita, es una de las personas que más colabora. Incluso trae desperdicios de la casa de sus hermanos. Gustavo Chiluiza, presidente de la ciudadela Caminos del Sur, cuenta que la comunidad se unió a este programa hace tres años. Son cerca de 6 000 personas, de las cuales cerca del 60% colabora. Al resto, dice, no se le puede obligar.
Paúl Luzuriaga, coordinador general técnico de Emaseo, admite que Quito no está bien en cuanto al tema de reciclaje. Hace 10 años en la urbe se separaba entre el 3% y el 4% de los desperdicios generados en casas y negocios. Sin embargo, el reciclaje en lugar de aumentar, se ha estancado.
Hoy, apenas el 3,5% se recicla. De esa cifra, el 0,4% lo hace Emaseo en diferentes iniciativas zonales donde se aplican sistemas de recolección diferenciada. El resto lo hacen propuestas privadas de recicladores independientes y gestores ambientales. El reciclaje no ha podido crecer a la misma tasa a la que ha avanzado la generación de basura: un 4% anual.
¿Por qué? Luzuriaga explica que parte de la respuesta tiene que ver con la colocación del sistema de contenerización. Este es un procedimiento, dice, que desincentiva el reciclaje porque como se coloca la basura en cajas cerradas, el ciudadano no se ve expuesto a que sepa qué es lo que coloca.
Gracias a la llegada de los nuevos recolectores, se podrá abrir nuevas rutas para recoger lo reciclable y se podría recuperar entre 400 y 600 toneladas diarias. Pero se necesita compromiso de la gente.
Calderón es otro de los ejemplos de buenas prácticas ambientales. Un grupo de gestores autónomos se organizó y trabaja de la mano de la comunidad. Luis Simbaña es el presidente de la Asociación Vida y Futuro a la que pertenecen 11 gestores. Ellos recogen el material, lo acopian en un lugar entregado por el Municipio, lo clasifican y compactan.
Targelia Valenzuela, de 58 años, una de las fundadoras de la agrupación, asegura que el duro oficio les deja una ganancia de USD 105 al mes. Pide a la gente que colabore y que separe los residuos en fundas distintas. Así no tienen que meter las manos en los desperdicios. Así no se cortan ni ensucian.
Pero admite que la comunidad no colabora. Con miras a motivar esta actividad, ayer se lanzó la campaña Quito a reciclar en condominios, que se aplicará en 53 multifamiliares. Dispondrán de un manual para clasificar la basura en la fuente.