Álvaro Uribe pidió, y obtuvo, que las discusiones entre los mandatarios sudamericanos reunidos en Bariloche se transmitan en vivo y en directo. Lula manifestó su oposición y contrariedad porque la visibilidad, en tiempo real, haría que prevalezca la “política del micrófono.” Manuel Zelaya, destronado de su polémica presidencia hondureña, se esfuerza en construir, manipulando el insaciable afán noticioso de los medios, una “imagen” en la que destaca su llamativo y folclórico sombrero. Hugo Chávez gobierna desde “Aló presidente”, el maratónico programa de radio, en que se habla de todo y se “decide” sobre todo.
El micrófono y la pantalla cambiaron a la política. La noticia en tiempo real se ha convertido en “los actos de gobierno en tiempo real”,El micrófono y pantalla cambiaron definitivamente a la política. La noticia en tiempo real se ha convertido en “los actos de gobierno en tiempo real”, porque ahora, ya no se decide en la sala de gabinete, o en la soledad del despacho. Al contrario, lo más importante, y, por cierto, lo más” popular”, se resuelve en el programa de radio o en la entrevista de televisión, a vista y paciencia de televidentes y radioescuchas, que se sienten no solo testigos, sino una especie de “ministros virtuales de la decisión”. Ese método afianza la faceta electoral del poder, y a la larga, convierte a la democracia en un sui géneris plebiscito permanente, orientado por los sondeos, y sustancialmente construido no sobre la racionalidad económica ni la eficiencia administrativa, sino en función de lo que mejor responda a la emotividad del pueblo “virtual”, anónimo e implícito, que mira los acontecimientos.
La “videopolítica”, como la llama Giovanni Sartori, evaporó algunos secretos de poder, lo cual indudablemente es bueno, pero ancló a la democracia en lo prebendario, porque la gente, cuando asiste y participa virtualmente de los hechos políticos, para apoyarlos, espera que el expositor ofrezca una cuota concreta, y espera que le “toque algo” y que le toque “ya”. De allí que la conducción del Estado no se haga con énfasis en la producción y en la generación de oportunidades, que es una propuesta de esfuerzos individuales, sino en la idea de que en la gran distribución le tocará una presa gratuita.
Esas prácticas, muy “simpáticas” en términos electorales, conspiran sin embargo, contra la sana y prudente administración de una República. Esas prácticas, ahora potenciadas por los medios audiovisuales de contacto con la gente, parten del erróneo concepto de que todo lo popular en bueno. Pero, hay muchas cosas, muchas prácticas y tácticas “populares”, que han sido trágicas para los países.
El nacionalismo, por ejemplo, basado en la animosidad popular, en la irracionalidad afectiva, ha sido el eterno consejero de las guerras. Un italiano que se llamó Benito Mossolini, era enormemente popular. Berlusconi es popular y maneja a la perfección su imperio audiovisual. Pero, ¿fueron o son gobernantes responsables?