Redacción Siete Días
Hace 12 años, Ramiro Reyes decidió deshacerse de un montón de monedas, casi 1 000, para especializar a su colección.
No había un enfoque y él decidió que desde ese entonces, solo juntaría monedas que hubieran sido acuñadas desde la Colonia española hasta la transición a la Independencia en la región. Claro, con énfasis en las monedas hechas en Ecuador. Entre ellas, la que algunos llaman la primera moneda ‘ecuatoriana’, acuñada en Pasto en 1822, cuando aún era territorio local.
Reyes, quiteño de 37 años, trabaja todo el día con líquidos. Es laboratorista y se especializa en agua, aceites y combustibles. Pero, para divertirse, nada como el metal de esas viejas monedas acuñadas hace siglos. Parece que no ha olvidado detalle del día en que consiguió cada una de ellas.
Entre sus primeros recuerdos está que antes de entrar al jardín de infantes, cuando aún no sabía ni leer, tenía monedas de Perú, Colombia y otros países. “Era un amigo de mi tía que viajaba mucho, él me las enseñó, me gustaron los diseños…”.
Hace 12 años armó varios lotes y fue donde quienes tenían monedas que le interesaban y a quienes, sabía, les gustaría tener las que ofrecía. El trueque funcionó.
Por su valor histórico, una de las joyas de su colección es una moneda de dos maravedíes, acuñada en Burgos para que circulara en Santo Domingo. “Eran monedas con diseño exclusivo para América, nunca circularon en la Península Ibérica”. La moneda es de cobre y tiene la inscripción de Fernando e Isabel, reyes católicos. Fue acuñada entre 1474 y 1504, pero la fecha no está inscrita.
La obtuvo en una subasta en el sitio de Internet eBay. Le costó 700 euros. “Fue una ganga. Estas monedas de baja denominación fueron muy usadas en el menudeo, fueron mucho más desgastadas, duraron menos”, dice con orgullo mientras muestra la pequeña moneda, que solo muestra signos de deterioro en los bordes.
En los dos álbumes donde guarda su colección -“son unas 450, pero no las he contado bien”- tiene una de ocho reales, con un diseño caprichoso, acuñada en plata en Potosí (Bolivia), en 1770.
Pero la que más le gusta no es la más bonita, sino una a la que él mismo califica de muy fea. Es de México, de 1812 ó 1813, en un momento en el que las cecas (casas de monedación) estaban cerca de las minas, para evitar el ataque de fuerzas independentistas, que bloqueaban los cargamentos para que el Gobierno colonial no pudiese acuñar.
Fue hecha tan al apuro -fundida, no acuñada- que no quedaron marcas de dónde fue elaborada, si en Durango o en Chiguagua.