El Bicentenario de la Revolución de Quito (1808-1812) ha merecido numerosos estudios. Ellos se han sumado a la enorme lista de obras y ensayos escritos en el pasado sobre el tema.
Entre las labores intelectuales de la actualidad merece destacarse la que han cumplido instituciones como el Fonsal, o el Banco Central del Ecuador y la Academia Nacional de Historia (Anhis) que han publicado una buena cantidad de obras y que han renovado los conocimientos de la historia de la Revolución de Quito.
Particular mención merece ahora la actividad intelectual de los historiadores de la Anhis. El año pasado, esta institución celebró su centenario, coincidente con el Bicentenario nacional del 10 de Agosto de 1809.
La Anhis no solo realizó un importante congreso internacional de todas las Academias de España y América, sino que a través de varios números de su Boletín, especialmente dedicados al Bicentenario, ha venido difundiendo las últimas investigaciones sobre el tema de la Independencia.
Precisamente el número 183, último de los Boletines, rinde homenaje a los próceres masacrados el 2 de Agosto de 1810: Juan de Dios Morales, Manuel Rodríguez de Quiroga, Juan Salinas, Francisco Xavier Ascázubi, José Luis Riofrío, Juan Larrea y Guerrero, Mariano Villalobos, Juan Pablo Arenas, Antonio de la Peña, Vicente Melo, Atanasio Olea, Nicolás Aguilera, Manuel Cajías, Carlos Betancourt, José Vinueza y N.N. Tobar.
En el número citado se encuentran las breves biografías de varios de ellos, lo cual constituye una novedad, pues no todos eran conocidos. En los otros números anteriores se hallan igualmente estudios inéditos sobre el proceso de toda la Revolución Quiteña.
Pudiera pensarse que la Anhis ha privilegiado con ello el papel de los próceres y de las individualidades en la historia ecuatoriana. Con demasiada frecuencia y desconocimiento, la institución ha sido “criticada” por ello como baluarte de la historia “tradicional”.
Naturalmente se desconoce la renovación intelectual que ha ocurrido a su interior desde hace algunos años. También, por un recurrente y a veces palabrero sentido de “recuperar” el papel de las masas, de los pueblos, de la sociedad, por sobre la acción de los individuos y las personalidades históricas, no se comprende el distinto momento en que ambos actores sociales actúan, la forma en que lo hicieron y su estricto papel.
Karl Marx, quien ha tenido enorme influencia para visualizar en la historia a los actores sociales, solía distinguir en sus estudios la acción revolucionaria de la conducción revolucionaria, así como la actuación de ciertas personalidades frente a la de las masas.
Naturalmente, hoy comprendemos muy bien en los estudios históricos que los pueblos hacen la historia. Pero tampoco descuidamos la acción de los próceres que encabezaron la Revolución de Quito. En la ciudad se conjugaron una serie de factores para que el liderazgo y las iniciativas quedaran en manos de un pu-ñado de próceres y patriotas ilustrados.
El pueblo, los barrios, actuaron como condicionantes para la definición social de aquellos próceres y finalmente como la fuerza vital que sostuvo la revolución. Una conjunción ideal que marcó a Quito como pionera en la Independencia.