La conmemoración de la Cuaresma y de la Pasión y Muerte de Cristo influye notablemente en la conducta de la población de Quito. La capital es un sistema dinámico compuesto de lo urbano y lo rural, aunque un 30% se acoge a sus parroquias y localidades, como lugares de origen.
Aunque la urbanización penetra más, siempre quedará la estructura de pueblos con cabeceras parroquiales que nacieron en la Colonia y tienen su Santo Patrono para venerar. Aún así, no están exentos de que sus plazas se vieran invadidas con almacenes y restaurantes de lujo, como lunares de la subcultura llamada “Inn”. Ejemplo cercano: la cabecera de Cumbayá, quien iba a pensar, pues, que por allí bajaran los primeros conquistadores del Amazonas, ascendieran la cordillera y se perdieran en el verde ocre de la selva oriental.
Se mantiene entre la población un grado de religiosidad que puede verse todos los días, pero en este período se combinan nuevas actividades, empezando por el mayor consumismo, debido al dispendio del gasto público que ofrece mayor empleo y salarios.
Se recurre mayormente al turismo y hasta familias de presupuestos limitados pueden contar que estuvieron en la playa. Las vías de comunicación han mejorado notablemente con este Gobierno, por cierto no exentas de las catástrofes de la naturaleza. Parte de las clases pudientes son cada vez más religiosas y hasta hacen más donativos.
Es una ciudad que va cambiando, pese a conocidos problemas urbanísticos. Se mantienen, empero, dos tradiciones: una, culinaria, la sopa de fanesca, de innegable origen español, pero adaptado a los granos y calabazas andinos.
Otra, es la procesión de Viernes Santo con una imagen de origen sevillano, el Jesús del Gran Poder. A pesar de lo dicho, la gente parece desentenderse de la festividad y esperar el hedonismo mental de pasar el feriado.
Acabada la Semana Santa, del aparente recogimiento religioso urbano se vuelve a la realidad, diríamos a la hora más triste del día, final de la tarde, de tremenda aglomeración del tráfico, paciencia para aguantar el represamiento automotor, falta de respeto al conducir.
Pero en las parroquias rurales la actitud es diferente. Se piensa con alegría: “Llegaron las fiestas” (por no decir las cosechas), llegó la época de celebrar anualmente al Santo Patrono de Pueblo, desde abril hasta septiembre.
Nuevos elementos de solidaridad social y negocios. Se apuran los artesanos pirotécnicos y las señoras a preparar y vender comidas de antaño, modestos juegos de diversión; pero lo que da identidad es la banda de pueblo, que evoca musicalidad quichua. Y en cada fiesta licenciosamente se toma, se bebe y se baila, se refuerza la amistad y los tejidos sociales.