Édgar Rosero, Natalia Rivadeneira, Leonardo Zaldumbide y Natalia Cartolini, en el área donde reposan los niños. Foto: Paúl Rivas Bravo / EL COMERCIO
‘A mí jamás me acobardó la muerte, lo que sí me hace temblar es el olvido”. Así rezan los versos de El día de mi muerte, una canción que popularizó Tania Paredes Aymara, poco antes de fallecer en un accidente de tránsito en el 2001. Su entierro en el cementerio de San Diego fue, según el sociólogo Leonardo Zaldumbide, uno de los más multitudinarios en ese camposanto, fundado en 1868.
El sábado, Natalia Cartolini y Édgar Rosero capturaron fotos y videos de su tumba y de antiguos mausoleos en donde reposan célebres personajes, como los presidentes Leonidas Plaza Gutiérrez y José María Velasco Ibarra, el escritor Jorge Carrera Andrade, el economista Luis Napoleón Dillon o el general Flavio Alfaro.
El afán de Cartolini y Rosero es recopilar información in situ y luego en libros, publicaciones periodísticas y académicas para organizarla e ingresarla en Wikipedia. Ellos son parte de un grupo de 30 personas en Quito, Cuenca, Machala, Guayaquil, Galápagos y Manta que ocupan su tiempo libre en compilar información cultural, histórica, política, etc. para luego alimentar la enorme enciclopedia en línea.
El grupo, llamado Wikimedistas Ecuador, empezó en el 2013 y tomó forma a raíz del Campus Party del siguiente año. En el 2015 fueron reconocidos oficialmente como afiliados a la Fundación Wikimedia.
Este fin de semana, la muerte concentró su atención. El recorrido por San Diego es parte de su proyecto Wiki Loves Cementeries, que pretende ser una herramienta para enfrentar el miedo al olvido. El objetivo es rescatar la memoria arquitectónica, histórica y cultural de los cementerios del país. El viaje se inició en el Cementerio General de Guayaquil.
Los wikimedistas no trabajan solos. Buscan aportes de gente que conoce profundamente los temas que piensan tratar. Esta vez se apoyaron en Zaldumbide y Natalia Rivadeneira, de la red Ecuatoriana de Cultura Funeraria. Este grupo se acerca a la muerte desde diversas disciplinas, como la historia, la pedagogía, la antropología, la sociología, la arquitectura o la medicina y la semana pasada organizaron el primer encuentro nacional sobre cultura funeraria, en Quito.
Zaldumbide realizó su tesis de maestría sobre las dinámicas urbanas y los cementerios. Él considera que la muerte interpela todos los campos del conocimiento y que si bien puede relacionarse con cosas sombrías como la violencia, también convoca a la cohesión y a la memoria social. Le parece importante dejar de verla desde el morbo y el miedo para valorar el acervo cultural.
San Diego es mucho más que reflejo, duelo, recuerdo y olvido. Es un consolidador de comunidad y un espacio de diálogo que enfrenta al visitante con la historia, dice Zaldumbide, mientras recorre los caminos del antiguo cementerio que pertenece a la Sociedad Funeraria Nacional. De fondo se escucha una tonada en acordeón y la lastimera voz de un hombre cantándole a los difuntos.
Allí están sepultadas cerca de 70 000 personas y la mayor parte de monumentos funerarios son del siglo XX, pocos se construyeron entre 1875 y 1890. Los wikimedistas tienen la misión de contar la simbología y la historia de los epitafios.
Entre tantas lápidas, les es difícil encontrar a todos los personajes conocidos que están allí sepultados. Pero al hallar alguno, se detienen a recordar la razón de su fama. Un mausoleo coronado por garzas blancas y con paredes recientemente pintadas se destaca entre el gris de la piedra.
Allí reposan los restos de Luz María Endara, conocida como ‘Mama Lucha’. A través de un hueco en la puerta de vidrio se observa su foto y la de varios familiares que la acompañan en su última morada. Este es uno de los puntos que más curiosidad levantan entre los visitantes. Cartolini y Rosero también lo fotografiaron.
Ni lo llamativo de este mausoleo ni la belleza de aquellos antiguos diseñados, por el arquitecto Antonio Russo, son tan sobrecogedores como el área donde reposan los niños. Sus padres, en un intento por jugar con ellos en distintas dimensiones, los adornan con coloridas figuras que se deshacen con el tiempo.
Curiosamente, la tumba de Russo, quien llenó de adornos la de otros, solo tiene una sencilla lápida de piedra al natural.
Para Zaldumbide, caminar por este cementerio es una evocación bellísima de lo que representa el final de la fascinante aventura de vivir.