Fulton Salas, un ex piloto, y Fernando Naranjo, ex tripulante de cabina, narran sus experiencias frente al riesgo de aterrizar y despegar desde el aeropuerto de Quito. Para ellos fue una prueba de profesionalismo.
Cada vez que llovía en Quito, Fulton Salas, un ex piloto, sentía mayor adrenalina. Por el mal clima, varias veces se vio obligado a volar hasta cuatro horas seguidas sobre la ciudad o aterrizar en el aeropuerto más cercano al Mariscal Sucre. La ubicación geográfica de la terminal, en medio de montañas y valles, incidía en las operaciones.
Como piloto comercial de las aerolíneas Tame, Saeta y Aerogal arribó a aeropuertos desde Miami, en Estados Unidos, hasta la Patagonia, en Argentina. Durante 28 años, la pista del aeropuerto Mariscal Sucre fue su punto base de despegue y de aterrizaje.
Él recuerda que los dos o tres minutos antes de la aproximación en la terminal aérea de Quito eran los de mayor tensión. Prefería la niebla y no la lluvia, porque esta venía acompañada de vientos y eso dificultaba la visibilidad. Sabía muy bien que la acumulación de agua en la pista afectaba al aterrizaje y se corría el riesgo de que el avión flotara. En época de invierno, esto sucedía hasta dos veces en la semana.
Las primeras aerolíneas que operaron en Quito fueron Panagra, AREA y Ecuatoriana de Aviación, incluso antes de su inauguración (el 5 de agosto de 1960). En la actualidad hay 11 aerolíneas comerciales y 7 de carga. Al día se movilizan 15 000 viajeros.
Para Fernando Naranjo, quien se desempeñó durante 15 años como tripulante de cabina, la altura es otro factor por el cual el Mariscal Sucre es considerado de riesgo. Está ubicado a 2 850 metros sobre el nivel del mar y es uno de los más altos del mundo, después del de La Paz, a 4 061 metros sobre el nivel del mar.
En la altura, un avión pierde la capacidad de frenado. Por ello, las condiciones de aterrizaje son críticas. Mientras más abajo esté la terminal, una aeronave frena más rápido y necesita menos pista.
Salas explica que en los decolajes afecta el rendimiento del avión. Por esta causa, una aeronave que parte desde Quito no alcanza a salir directamente hacia destinos como Nueva York o Lima. Debe hacer escala en Guayaquil, Bogotá o Caracas, que son zonas bajas. La altura limita la capacidad de carga, por eso desde Quito los aviones salen con menos pasajeros o combustible.
Un tercer factor por el cual el Mariscal Sucre es considerado de alto riesgo es la cercanía a la ciudad. El aeropuerto, de 150 hectáreas, está saturado y no tiene terreno para extenderse. Salas explica que un aeropuerto debe estar por lo menos a 10 kilómetros de distancia de zonas pobladas.
O, a su vez, tener en las líneas de aproximación y salida 5 kilómetros de área segura. En el caso del Mariscal Sucre no se cumple con esa normativa. Hay casas a menos de 2 kilómetros. Un túnel, el de la av. Tufiño, pasa por debajo de la pista. Lo más riesgoso para las aproximaciones por la zona norte son los edificios altos.
El nuevo aeropuerto, de 1 500 hectáreas, tendrá entre 70 y 100 hectáreas, para extenderse. Otra ventaja será que estará a 2 400 metros sobre el nivel del mar.
Naranjo recuerda incidentes pequeños en sus viajes, a causa del clima. Una vez llovía fuertemente y el avión no alcanzó a frenar. El piloto logró parar al final de la pista. En otra ocasión se reventaron las llantas al aterrizar por el agua acumulada. Son incidentes que caracterizan al Mariscal Sucre. Entre sus recuerdos están los sobrevuelos por la ciudad.
Debían mantenerse sobre el nivel que les establecía la carta de navegación, como la tripulación cuando se preparaba para calmar a los pasajeros que se ponían tensos y nerviosos. No entendían que era un procedimiento normal.
Salas recuerda que había días en los cuales, mientras sobrevolaba la ciudad, encima y debajo del avión que piloteaba estaban otras aeronaves en similares condiciones. Esperaban a que el clima mejorara y desde la torre de control les dieran el paso por turnos.
A pesar de los inconvenientes climatológicos y geográficos a la pista del Mariscal Sucre llegaron aviones de toda clase. Desde los Douglas DC3 10 hasta los Boeing y los Airbus.
Estas características hacían que los pilotos extranjeros se entrenaran para volar sobre Quito. Ambos coinciden en que el traslado del aeropuerto a Tababela es necesario el traslado.
Según su experiencia, guardan el orgullo de haber despegado y aterrizado en uno de los aeropuertos más peligrosos.
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