La expulsión de la Orden de San Ignacio, el 11 de marzo de 1767, produjo estragos mayúsculos en la Real Audiencia de Quito, la que sintió un vacío de la educación y la cultura.
La Compañía de Jesús, por ejemplo, había compilado una de las mejores bibliotecas de América, y su eliminación hizo que se iniciara un desparramo parsimonioso de libros.
El destierro se vería compensado en parte, porque los expulsados escribieron obras que tal vez nunca hubieran sido editadas en la comodidad de las colonias. El lector me ahorrará citar a J. de Velasco; P. Mario Cicala, S. J. se refirió al país en su Descripción histórica topográfica de la provincia de Quito (1771).
Presento ahora la Compendiosa relación de la cristiandad de Quito por P. Bernardo Recio, S. J. (1773). Todos escribieron de memoria. Recio se ingenió mejor, pues su libro redactado en Gerona tiene más orden.
En cuanto al patrimonio construido por su orden: “Habiendo visto la belleza de nuestras iglesias, Barcelona Zaragoza, Valladolid, Salamanca, Madrid, Sevilla, realmente el complejo de la de Quito en ninguna se halla, a todas excede.
Espacio más amplio le dedica a “La Azucena de Quito, la Venerable Virgen (hoy Santa) Mariana de Jesús. Florecía entonces en Quito el Hermano Hernando de la Cruz, coadjutor de gran espíritu… Este Hermano formó con el más vivo pincel dos muy grandes lienzos que retrata muy a lo vivo el juicio universal y las penas del infierno”.
Luego se referirá a las otras iglesias pero da una primicia: “Hay un Santo Cristo Nazareno que llaman de La Loma que está en una quebrada. Es una pintura que representa al Señor coronado de espinas; es tenido con mucha veneración”. El conocedor se dará cuenta que se trata de El Señor de los Milagros, en la Loma Grande.
Le impresionó la variedad étnica: “No solo hay blancos y negros, que son los dos opuestos, sino también otros colores medios de los indios, mulatos y zambos”. Pero entiende el mestizaje, “todo es común a los indios”, y otros estereotipos: “los españoles que nacen en Quito nacen y se conservan muy blancos.Pero los de las tierras altas y frescas son blancos y colorados, fornidos y rehechos. Los mancebos nobles como en Guayaquil y Panamá parecen flamencos pero son cenceños y delgados”.
No mencionaba que también en Andalucía no todos eran blancos. En cuanto a lenguas, alcanzó a ver que los esclavos venidos de África “retienen la lengua de su Guinea”. Observa que es indispensable que los doctrineros aprendieran el quichua.
Sobre las artes y las ciencias es objetivo, aunque son pocos los que se dedican a la medicina “como cosa de poco valer”. “Florecen la pintura y la estatuaria”, admirado de que los mestizos e indios eran expertos. “Hoy día son tantos los violines que están muy de sobra, especialmente entre los indios, que son grandes tocadores”. “Por lo demás, en Quito se fabrican hermosas campanas, aunque no es tierra de relojes”.
Los venidos de España no tienen otra mira que los “cargos públicos”, el sueño de la mujer es casarse con chapetones, “los hijos de españoles se llaman criollos y aplican al comercio”.
La etnografía de Quito se aplica en parte a la de una urbe colonial enclaustrada por la religión y por las barreras étnicas, contexto al que Espejo llamó “un oscuro rincón del mundo”, donde el arte y diversión eran panacea.