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Los vendedores ambulantes de jugo solicitan capacitación por parte del Municipio

Jugos de naranja callejeros. Foto: EL COMERCIO

Jugos de naranja callejeros. Foto: EL COMERCIO

Una mañana soleada como la de este miércoles 4 de mayo de 2016 da la pauta para que los vendedores ambulantes de bebidas aprovechen el clima y oferten jugos de naranja, coco o tamarindo a los transeúntes de las calles de Quito.

En la avenida Maldonado, en el sur de la ciudad, utilizando un guante verde y un mandil a cuadros, se encuentra Carmen Zapata. Ella sale a vender jugos de naranja desde las 05:00.

La mujer de 38 años de edad comenta que la iniciativa de salir a comercializar jugo de naranja se debe a su situación económica, pero también porque cree que la naranja aporta vitamina C a las personas. Es “más sana que tomarse una gaseosa o agua embotellada”, dice.

Zapata solicitó autorización a los locales comerciales del sector para poder ubicarse con una mesa, un molino y su quintal de naranjas. En los días que mejor resulta su negocio, la mujer afirma que alcanza a vender hasta dos sacos de la fruta, lo que significa alrededor de 60 botellas.

“Nosotros pedimos que el Alcalde nos de un permiso para trabajar, además de una capacitación que permita mejorar los procesos de elaboración del jugo y la atención al cliente”, solicita Zapata, mientras lava los recipientes que utilizó durante la jornada.

Hacia el centro de la capital, en las calles Antonio Ante y Vargas, sector del Colegio Mejía, se encuentra Patricia Cando. Ella es otra comerciante del jugo cítrico. La vendedora comenta que las personas que se acercan a comprar una botella de la bebida lo hacen porque confían en quien lo elabora.

“Las personas vienen y miran cómo se hace el jugo. Todo con aseo y limpieza. Usamos guantes y mandil. Hasta las botellas de plástico son guardadas con orden para garantizar la salubridad”, relata la mujer, de 47 años.

Para Cando, que el Municipio permita la capacitación en medidas de salubridad e higiene a los comerciantes de estos alimentos es importante, pero la responsabilidad final recae en cada uno de los vendedores. Dice que ellos deben guardar todas las normas de salubridad adecuadas para no desfavorecer a los otros vendedores, mediante el expendio de jugos de naranja contaminados o con una mala preparación.

En la esquina del Consejo Provincial de Pichincha, en la avenida 10 de Agosto,  se encuentra con su carro de jugos de coco Gonzalo Pinta, miembro de la Asociación Los Refresquitos. Él cree que cualquier venta de jugos en la vía pública debe mantener un control para evitar productos contaminados.

Pinta sostiene que las malas prácticas afectan a los vendedores. “Por uno pagan todos”, parafrasea y dice que así se perjudica la venta. De su experiencia, afirma que la regularización garantiza que el alimento sea confiable. Él vende jugos de coco, desde las épocas de la alcaldía de Paco Moncayo. "En todos esos años, contar con los respaldos legales y de salud pertinentes ayuda a que el comercio no decrezca y que más bien se sostenga en el tiempo".

Los procesos de regularización toman tiempo y la gente necesita trabajar, manifiesta Julio Granda. Este cliente, con botella de jugo de naranja en la mano, sostiene que la iniciativa de comercializar el cítrico es buena, además de saludable.

No obstante, considera que sí se deben mejorar las medidas de higiene para embotellar la bebida. “Las personas estamos convencidas que esos negocios necesitan ser respaldados por las autoridades y, además, por la propia comunidad con la compra del producto”.

A Patricia Reyes, de 45 años, le preocupa la información brindada por la Secretaría Metropolitana de Salud sobre estas bebidas. Después de que en un estudio se identificó que el 32% de las muestras de jugo de naranja analizadas no cumplieron con las norma para el consumo humano.

La consumidora cree que, mientras no se esclarezca el tema de la salubridad del producto, su compra en la calle dependerá mucho del lugar de expendio. Reyes sostiene que es importante fijarse en los lugares donde se los elabora. Y aunque "no se debe dudar del trabajo de las personas, sí hay que exigir que se cumplan normas adecuadas para el beneficio de todos", recomienda.