En la zona de La Mariscal se desarrolló un programa de apropiación del espacio. Foto: Armando Prado / EL COMERCIO
A las 19:00, las calles 9 de Octubre y Jerónimo Carrión, del sector La Mariscal, se convierten en tierra de nadie. Los negocios cierran sus puertas y los vecinos se refugian en sus casas. El temor a ser víctimas de la inseguridad obliga a sus habitantes a adaptarse a este toque de queda.
“Solo de la Carrión a La Roca, ayer, 21 de octubre del 2016, había 50 trabajadoras sexuales. No puedo salir con mis nietas y mi señora a caminar por el temor a la delincuencia. No hay seguridad en la zona”, comenta José Gavilanes, morador del sector.
La Mariscal es reconocido como uno de los puntos más turísticos de la capital. Es sinónimo de farra y diversión. El sector concentra gran cantidad de bares, restaurantes y hoteles. Esta realidad convive con otra no tan agradable, como es la inseguridad, el consumo de drogas y la práctica de la prostitución, situaciones que aquejan a sus moradores.
Según cifras de la Policía Nacional, los índices de delincuencia en la zona de La Mariscal han disminuido. De enero a octubre de 2015 se registraron 1 300 delitos, mientras que en el mismo período (hasta el 17 de octubre) de este año se han registrado 1 039 actos delictivos.
“La línea de tendencia en 2015 era de 150 delitos mensuales, en 2016 es de menos de 100”, señaló el comandante Víctor Herrera, del circuito policial La Mariscal. Por lo regular, el sector está custodiado por 245 policías. Durante la realización de la cumbre de Naciones Unidas Hábitat III, esta cifra creció a 1 116 funcionarios policiales.
Los problemas de inseguridad y la falta de actividades en el sector, específicamente en las calles aledañas a la plaza Borja Yerovi, fueron parte del diagnóstico del proyecto Laboratorio Urbano, que se instaló durante una semana en la plaza y que tiene como base la participación ciudadana.
Se trata de una iniciativa del Banco Interamericano de Desarrollo, que forma parte de los 42 proyectos de innovación urbana de Hábitat Village, exhibidos a lo largo de la ciudad como una muestra de lo que puede ser el desarrollo urbano sostenible. 15 propuestas se concentraron en el barrio La Mariscal.
La parte visual se regeneró con propuestas artísticas en los murales de la zona. Foto: Armando Prado / EL COMERCIO
El proyecto incluyó talleres con los moradores para conocer los problemas que afectan al lugar, sus oportunidades y sueños. Esta iniciativa contó con la participación de estudiantes de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, quienes realizaron propuestas de diseño urbano. También, hubo actividades para la integración de la comunidad, como cine urbano, una feria de venta de productos y eventos de música.
“Me ha parecido magnífico el proyecto porque nos hemos conjugado como vecinos. Parece que se va a dar un cambio. Vamos a tener más reuniones para dialogar y proponer ideas”, comentó Rocío Ayala, comerciante de la zona.
Impulsar el arte urbano es otra de las maneras de combatir problemáticas sociales. La calle Calama, de La Mariscal, fue el espacio seleccionado para la intervención artística de fachadas de edificios y casas de la zona, como parte del proyecto Galería a Cielo Abierto, que se llevó adelante gracias a la alianza de tres empresas: EcuArt, odD+ y M&CS Consultora.
“Es un modelo de rehabilitación de zonas urbanas conflictivas a través de actividades artístico-culturales, con el fin de reactivar los espacios públicos. Es una iniciativa que aporta al desarrollo cultural y económico de un sector. Además de elevar la calidad de vida de sus habitantes, indicó Magdalena Santeli, gestora del proyecto y directora ejecutiva de EcuArt.
Esta primera fase de ejecución contó con la participación del artista cuencano Que Zhinin y del apoyo de estudiantes de la Universidad de las Américas y miembros de la comunidad. Es un proyecto a largo plazo , con una duración de cinco años y que abarca la intervención de otras zonas de La Mariscal. El fin es trazar rutas de arte, que conecten plazas y parques.
Alfredo León, administrador zonal de La Mariscal, señaló que la “tarea poshábitat” es recoger las propuestas y revisarlas junto a la comunidad para estudiar su posibilidad de permanencia en el tiempo.
“Los proyectos de tejido social y tecnología son más fáciles de mantener, porque solo requieren de la voluntad ciudadana. Ahora, para aquellos que están utilizando el espacio público que se destinaba a otros fines –como zonas azules para parqueo– hay que buscar la forma de adaptarlos”. Fue el caso del proyecto holandés La Ruta de la Experiencia, que intervino la calle Jorge Washington con espacios más verdes y amigables para el peatón.
Puntos de vista
Intercambio cultural y artístico
Emilio Milliani, artista visual y morador del sector
El intercambio cultural es imprescindible para el desarrollo de una comunidad. Soy extranjero y desde que llegué a Ecuador he notado que están en constante renovación o implementando nuevos métodos de arte que están a nivel mundial. A dos cuadras, en el parque Gabriela Mistral, hay un cine en la calle que me parece excelente, pero esta parte de arte urbano llama la atención.
Para dinamizar el sector
José Gavilanes, morador de La Mariscal
El proyecto de Laboratorio Urbano me parece excelente porque se quiere hacer más turística la calle y todas las personas deben colaborar. Generará un buen impacto porque va a comenzar a existir esta calle, de lo contrario en la 9 de Octubre y la Carrión a las 7 de la noche ya no hay nadie. Me gustaría que se abran más negocios para atraer más visitantes a este sector de la ciudad.