Unos con calma, otros con prisa, entraban ayer a la parada San Gabriel del Metrobús, en la av. América. Seis usuarios esperaban un bus, a las 08:00. Las unidades, con capacidad para 160 pasajeros, llegaban repletas. En la caseta de entrada, Rocío Taco entregaba tarjetas.
El flujo en esta parada, decía, es mayor desde las 11:00, porque los alumnos de la UTE, ubicada a dos cuadras, salen de clases a esa hora. Taco trabaja de manera rotativa en las paradas desde hace cinco años. “La de La Marín es la más concurrida, sobre todo de 05:00 a 09:00. Allí, los usuarios se empujan. No respetan ni a las señoras con bebés”.A las 08:15, Juan Carlos Quinapallo, un comerciante no vidente, pidió una tarjeta. Él afirmó que el mayor problema en el metrobús es que no pasa muy seguido. “Va rápido, pero en la parada toca esperar mucho. Hay que subirse en uno lleno y ahí le roban”. Quinapallo vende sus dulces también en el trole y allí le han asaltado cuatro veces.
Un informe de la Empresa Trolebús señala que se denuncia un promedio de 20 asaltos diarios en el trole y en la Ecovía. Ocho bandas operan en esos circuitos.
Según el documento, los delincuentes se mezclan con los pasajeros para meter las manos a los bolsillos y sacar billeteras, celulares, iPods, entre otros.
Usuarios frecuentes, como Martha Redrobán, conocen bien esa forma de actuar de los delincuentes. Ella vende camisas en el Centro y a diario espera el bus que pasa por la av. 10 de Agosto.
Se embarca en la parada de La Colón, si hay pocas personas. “El servicio es bueno, pero el lío es el tumulto. Ahorita se subieron cuatro atrás de unas turistas”. Ellos las rodearon y golpearon a otros pasajeros para no separarse. “Da pena, pero no se puede decir nada. De gana me iba a meter en problemas. Mejor espero un rato”.
En la av. 6 de Diciembre, Maritza Galarza sostenía a su hijo Luis, de 9 meses. Se embarcó en la parada Los Sauces, de la Ecovía. Un joven le dio paso para que no se arrimara en la puerta que traqueteaba. En el trayecto, una pasajera le cedió el asiento y ella pudo proteger al bebé. “Es incómodo, se sube mucha gente, pero lo bueno es que se va rápido”. Se bajó en la parada Baca Ortiz.
Allí, María Narváez, de 63 años, sostenía a su nieta, paciente del hospital. “Espero un poco, por mi niña. Adentro se hacen los dormidos y no ceden el asiento”.