Como un peregrino privilegiado, el chamán era la única persona de la comunidad que podía transitar a través de los tres mundos que regían la ancestral cosmovisión de los pueblos precolombinos.
Luego de una profunda investigación, esos tres universos fueron recreados en los dos pisos y ocho salas temáticas del Museo del Alabado. No se trata de un recorrido cronológico, sino más bien de un descubrimiento cultural.
En la planta baja, un corredor de piedra conduce a unas oscuras y frías habitaciones donde se exhibe una colección de piezas arqueológicas relacionadas al inframundo. El recorrido no es lineal y se asemeja a los laberintos que se observan tallados sobre la piedra.
En el mundo de los muertos también se erigen figuras con formas humanas. Fernando Arteaga, mediador del museo, explica que son los íconos de los ancestros. “Mantienen una posición vertical porque los tres mundos están unidos a través de un cordón de energía universal o axis”. Estáticas y frías, se posan sobre los estantes como una fiel representación de la muerte eterna.
Sorprende la similitud de los rasgos en los tallados que se observan en piezas de la cultura Valdivia, Quito-Chaupicruz, Napo y otras comunidades lejanas en la distancia y algunas incluso en el tiempo. Vasijas y piezas funerarias permiten recrear la forma en la cual se enterraban a los muertos. Mientras en un lugar se celebraba con una fiesta el viaje “al otro mundo”, en otro se depositaban los huesos en úteros de barro para que la persona fallecida pueda renacer.
Un mural de bejucos, frente a un graderío se enlaza con el mundo medio, el de los seres vivos y de los productos de la tierra. La fertilidad, la fiesta, el trabajo, la guerra y la vida cotidiana en general se transforman en herramientas, vasijas, armas, objetos decorativos para el cuerpo, figuras rituales…
El museo está pensado para todos. Los más curiosos pueden navegar a través de pantallas táctiles para conocer los detalles de cada pieza, procesos y técnicas de elaboración y otros detalles. Los más pequeños también pueden poner en práctica las mismas técnicas en talleres especiales.
Para eso se trabajó durante cinco años en la restauración de una antigua casa de vivienda del siglo XVII. Luis López, uno de los arquitectos que colaboró en la restauración, explica que los ambientes originales se recuperaron respetando los materiales propios de la casa y combinando armónicamente con otros, como el vidrio, especialmente. El adobe, la piedra y la madera resaltan en patios , corredores y habitaciones. López destaca el trabajo sobre el moderno sistema de iluminación que ambienta perfectamente cada sala temática. De los siete patios originales se mantuvieron tres.
En la piedra, la cerámica, la concha, el metal y el hueso, los antepasados descubrieron un valor simbólico más que comercial. Ese es el caso de la concha Spondylus, considerada un regalo de los dioses y símbolo de la fertilidad.
Arteaga precisó que el riesgoso y difícil proceso de obtención, entre 15 y 50 metros bajo el mar, aumentó su valor simbólico. Otro caso son las lágrimas del sol, como se conocía al oro. Su brillo en orejeras, narigueras y otros accesorios corporales servía como protección para evitar que la mala energías enfermara al cuerpo.
Para aliviar los males del cuerpo y del espíritu, el chamán podía adoptar la forma de animales míticos como el jaguar, la serpiente o las aves para contactarse con los ancestros que habitaban en el inframundo y en el supramundo.
Lo hacía a través de un ritual que se iniciaba con música. Sus visiones y transformaciones quedaron plasmadas en vistosas y creativas esculturas.
En una bien iluminada y vasta habitación, con un atractivo jardín vertical como telón, se aprecia el arte y la sabiduría de los mundos superiores, a los cuales el chamán ascendía convertido en ave.
Sobre el museo
El Museo de Arte Precolombino Casa del Alabado se encuentra en tercer lugar en el ‘ranking’ de atracciones turísticas de la ciudad de Quito, de acuerdo con el sitio de turismo Tripadvisor.
Un sábado al mes se realizan talleres interactivos, en los cuales los niños de entre 5 y 12 años pueden poner en práctica los conocimientos adquiridos durante el recorrido. El costo es de USD 0,50.
Hay un pequeño auditorio en el que se realizan tertulias y conferencias sobre temas especializados. La entrada es gratis.
En la planta baja hay una tienda donde los visitantes pueden comprar recuerdos y artesanías. Hacia el patio central hay una cafetería.
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