La presencia de limpiaparabrisas y comerciantes informales en los semáforos de las principales avenidas y calles de Quito es un problema permanente que causa malestar a los conductores. Casi a diario se difunden casos, en las redes sociales, de personas que han sido víctimas de acoso. A continuación la historia de Alejandra (nombre protegido), quien ayer, miércoles 4 de agosto del 2021, fue víctima de tres hombres que la intimidaron en la esquina de la avenida Eloy Alfaro y Los Álamos, norte de Quito.
“Desde hace un año y medio aproximadamente, tres vendedores informales de cigarrillos y bebidas energizantes que se ubican en el semáforo de la avenida Eloy Alfaro y De los Álamos, no paran de acosarme de forma permanente diciéndome cosas horribles. Al principio no les decía nada, los ignoraba, pero luego la situación comenzó a complicarse por su insistencia ya que me molestaban todos los días.
Cada vez que me acercaba a ese lugar, los tres individuos me observaban desde lejos e identificaban mi auto. Se paraban en la Eloy Alfaro para no dejarme pasar hasta que se encienda la luz roja del semáforo. Me decían cosas como ‘hola preciosa’ y así.
La situación era insoportable hasta que un día les dije que los iba a denunciar en la Policía y se calmaron por un tiempo; luego no le di importancia al asunto. Todo transcurrió con normalidad hasta que a las 16:30 de ayer la situación se salió de control. Regresaba a mi casa, en sentido sur -norte de la avenida Eloy Alfaro con dirección a mi casa tras hacer un trabajo.
Paré y uno de ellos se acercó a mi carro. Uno de los vendedores de bebidas energizantes me insistía que le compre y le dije que no. Luego sentí un tremendo golpe en la puerta del carro y me asusté mucho.
Uno de ellos me dice ‘¿por qué te asustas mamacita?’ Me quedé en shock porque ellos también trataron de abrir la puerta de mi auto. Por suerte estaban los seguros activados y no pudieron ingresar. Iba con la ventana un poco abierta. El tipo ingresó la cabeza por ese agujero y trató de besarme a la fuerza. Me enojé, saqué un bate de béisbol que siempre llevo para defenderme, salí del carro y les encaré.
Les dije ‘acérquense y les reviento la cara’. Me enloquecí de las iras, pero ellos se fueron riendo. Me fui a mi casa llorando de los nervios e impotencia. No podemos vivir tranquilos por esta gente que nos amedrenta en los semáforos de las avenidas.
Al llegar me puse a llorar junto a mi madre. Ella quería ir a ese lugar a encararlos. Le dije que no valía la pena hacerlo y fui a revisar la puerta del carro. En ese momento noté que la hundieron y que se salió un pedazo de la pintura. No sé con qué la golpearon y con tanta fuerza.
El vidrio de la ventana se quedó trabado debido a que el hombre ingresó la cabeza para tratar de besarme. Ahora cambiaré de ruta para irme a mi casa, pero como mujer me parece injusto hacerlo porque no podemos vivir asustadas por esta clase de gente abusiva.
En el momento del ataque, yo llamé al ECU 911 y me dijeron que me quede allí parada hasta que llegue una patrulla, pero era imposible hacerlo porque ellos continuarían amedrentándome. Siento paranoia, miedo. Incluso revisé debajo del carro por si acaso encontraba un rastreador o algún dispositivo”.