José Avelardo usa un uniforme azul y tiene una franela roja en su bolsillo. Las palmas de sus manos están peladas. El hombre, de 36 años, es uno de los 30 integrantes de la cooperativa de estibadores de Cotopaxi que trabaja en la terminal terrestre de Quitumbe, en el sur.
Para desempeñar su trabajo, Avelardo se ubica en el ingreso al parqueadero. Mientras espera clientes, descansa junto a su coche de acero hace una improvisada fila entre seis compañeros.El sábado último, Efraín Mancheno, viajero, llegó en su auto acompañado de un familiar y se estacionó en el parqueadero. Hizo una seña con la mano y pidió a Avelardo que llevara dos cartones, una maleta y una funda al interior de la terminal.
Con esfuerzo, Avelardo tomó los bultos y los acomodó en su coche. Lo rodó 40 metros hasta el andén de la cooperativa Ambato. El cliente sacó USD 2 de su bolsillo y pagó por ese traslado.
“El servicio es bueno y siempre llevan los bultos con cuidado. Falta información que indique dónde están ubicados. La primera vez que les necesitaba recorrí toda la terminal”, contó Mancheno.
En Quitumbe funcionan dos cooperativas de estibadores. También hay clientes que los identifican como maleteros. Entre la agrupación Cotopaxi y Chimborazo suman 60 obreros que se dedican al oficio de cargar bultos de los viajeros. En cada agremiación están registrados 30 integrantes.
Ellos trabajan las 24 horas. En las organizaciones no tienen turnos fijos. Según Avelardo, se labora hasta que “el cuerpo avance”. En un día ellos pueden ganar hasta USD 15. Los fletes cuestan entre USD 1 y 2, según el peso de los bultos que trasladan.
Luis Gualotuña pertenece a la cooperativa Chimborazo. Él está ubicado en el interior de la terminal, pero reconoce que ninguna de las rutas de los estibadores es fija. “Se puede estar un día adentro de la terminal y al siguiente en la zona de parqueaderos”.
Gualotuña explica que su cooperativa se creó en 1983. Él también trabajó en las instalaciones de la antigua terminal terrestre de Cumandá, en el centro. Recuerdan que allí su función era más complicada porque no tenían los coches y cargaban los pesados bultos en sus espaldas.El estibador no olvida ese duro episodio. “Con el tiempo uno se acostumbra a los dolores de espalda, pero es la forma que tengo para sobrevivir”.
Avelardo y Gualotuña coinciden en decir que su trabajo mejoró cuando la terminal empezó a funcionar en Quitumbe, en el 2009. Ellos creen que más allá del beneficio económico sus condiciones laborales mejoraron
“Desde que estamos en Quitumbe poseemos coches que nos costaron USD 250. La mitad fue financiada por el Municipio”, explica Avelardo.
A pesar de esa gran ayuda, los estibadores aún tienen necesidades en su trabajo. Por ejemplo, les hace falta una visera para protegerse del sol y de la lluvia. También exigen respeto y un mejor trato de los clientes.
Los estibadores no tienen recelo en considerar su tarea como fácil, pero Gualotuña ha sido víctima de clientes abusivos que le han exigido bultos pesados como repuestos de buses. “Creen que somos animales de carga. Si los bultos son livianos, entonces les decimos que lleven ellos mismo”, bromea.
Para los estibadores, los viernes y domingos son días con mucha actividad. Además, en feriados, como el de Carnaval, hay mayor demanda por sus servicios.