En su pesebre, las siete maravillas de Quito aparecen juntas. Un antropólogo logró unirlas en miniatura. La Estación de Ferrocarril de Chimbacalle luce al pie de las cúpulas de El Quinche y de La Basílica, con un ferrocarril rojo, como el que trasladó desde Guayaquil al ex presidente Eloy Alfaro.
El convento de San Francisco ahora colinda con el Palacio de Carondelet. Y La Compañía, con la Virgen del Panecillo. Paúl Fonseca se dio esas licencias para dar forma a su pesebre navideño: Las Siete Maravillas de Quito.
Es un apasionado por el arte y explica que para edificar la iglesia de La Compañía capturó 200 fotografías desde diferentes ángulos, para no distorsionar ningún detalle, en su obra de 2 m de ancho por 1,5 m de alto. “Mi padre Luis siempre me recuerda que desde pequeño me gustaba hacer figuras con plastilina”, dice el también arqueólogo y egresado del Colegio de Artes de la U. Central del Ecuador, hace 18 años.
Sus templos, monumentos e inmuebles no tienen piedra, adobe o campanarios de cobre, sino madera, espumaflex, vidrio, acrílico, papel y cartón; materiales reciclados que ahora tienen la forma de ciudad en el ‘hall’ principal de la Vicepresidencia de la República.
La fachada de La Compañía es imponente, conserva las características del barroco, como si estuviera esculpida en piedra. A Irina Becerra le llamó la atención el detalle: “Esta es la mejor, no solo por el tamaño, sino porque los angelitos y los santos son perfectos. Hasta las paredes y puertas son bien hechas, y le dan un toque real”.
Fonseca no tarda en explicar cómo concibió esa maravilla a los visitantes. “En el caso de la Iglesia La Compañía, fue elaborada en poliestireno extruido (similar a la espumaflex, pero que se lo puede tallar), los ángeles están hechos en resina y cerámica. Estos son los símbolos de los Jesuitas”.
El quiteño de 41 años cuenta que se tardó un año en elaborar a mano las siete maquetas de su pesebre. “Solo en La Compañía me tardé seis meses”.
Unos 16 faroles y seis reflectores iluminan la obra, que tiene 5 m de largo, y es uno de los tres pesebres que se exponen al público, durante la celebración de la Navidad. Vivió 10 años en el Oriente, realizando rescates de arqueología hasta el 2002.
Su pasión por la antropología la comparte con su esposa Fernanda Castro, quien también se graduó de esta profesión y con quien tuvo a Camila, de 9 años, otra apegada a las artes. Así lo reconoce Fonseca, mientras muestra otra de sus siete obras: la Virgen del Panecillo.
La elaboró en fibra de vidrio. Junto a ella se observa la representación de la Plaza Grande, conformada por el Palacio Presidencial, el mismo que muestra un reloj que marca la hora en tiempo real: las 09:50 del pasado miércoles.
La siguiente obra en esta exposición es el Convento de San Francisco, con la cual Fonseca se identifica, ya que trabajó allí elaborando pesebres durante dos años.
Para él, esta maravilla se merecía el primer lugar, no solo por su historia, sino también por su arquitectura. “De aquí nació el arte. Aquí arriba está el padre eterno, que lo llaman los Franciscanos. Dicen que ahí había pan de oro y que con el sol se alumbraba, y por eso era el dios de los incas antiguos”, resalta.
Posteriormente, el sonido particular del tren llama la atención. Allí se observa al ferrocarril rojo con negro, que para Fonseca representa un homenaje a Eloy Alfaro. Asimismo se aprecia el Santuario de la Virgen de El Quinche y finalmente, la puerta norte de la Iglesia La Basílica.
Este año Fonseca no participó en el concurso de pesebres del Municipio, porque se retrasó. Sin embargo, en años pasados ha participado y ha quedado en los primeros puestos. En el 2010 ganó el primer lugar del concurso del Municipio, con la elaboración del Claustro de San Francisco, que actualmente se exhibe en el Quicentro Sur.
Su pasión por el estudio del arte quiteño barroco, especialmente, le ha llevado a que hoy quiera elaborar un libro sobre parte de la historia quiteña y, además, un texto de novenas para la Navidad.
Actualmente Fonseca trabaja con proyectos relacionados con el arte y realiza maquetas bajo pedido, elaboradas en cualquier material. Así pasa sus días replicando en miniatura los monumentos.