Son las 20:02 del jueves pasado y tres ciclistas cruzan el semáforo de la calle J hacia el Parque Ecológico de Solanda, ubicado en el sur.
Allí, ya esperan siete integrantes más del colectivo de ciclistas urbanos El sur en bici. Esta agrupación de jóvenes, de entre los 20 y los 30 años, se reúne desde hace siete meses con el propósito de crear un espacio para que los moradores pierdan el temor de andar en bicicleta.
“Quisimos ir más allá de todos los discursos políticos sobre los problemas de movilidad. Por eso, armamos un grupo para recordar que las bicicletas existen en una ciudad pensada solo para peatones y carros”, dice Mauricio Velasteguí, quien junto con Robin Brown lideran el movimiento.
El uso de las redes sociales les ha permitido comunicar sus reuniones semanales. En su página de Facebook, con 800 amigos, realizan la invitación para que la gente acuda a las ‘cicleadas’.
“Gestionamos las visitas a las casas comunales de Luluncoto y Santa Bárbara de Chillogallo, por ejemplo, donde proyectamos algún documental relacionado con la actividad”, cuenta Brown.
Son las 20:30 y es tiempo de iniciar el ascenso hacia el Parque Chilibulo-Huairapungo, ubicado sobre los 3 200 metros de altura. Son 8 km, por la vía que lleva al Santuario de El Cinto (suroeste). Ese día, 28 ciclistas participaron en la travesía. Los más experimentados encabezan al grupo que, como si se tratase de una escolta gubernamental, bloquean las intersecciones para que todos atraviesen las calles.
En su paso por la av. Cardenal De la Torre, los gritos de algunos taxistas se confunden entre los incesantes pitos de los automóviles. Otros conductores de buses se muestran desafiantes.
Son las 21:35 y la camioneta de abasto que acompaña al grupo ilumina la entrada al parque Huairapungo. Luego se enciende una fogata. Malvaviscos y choclos se asan en las brasas.