Yoshiro Yamada es un joven japonés que se dedica a viajar por Latinoamérica mientras toca el violín chino. Foto: Paula Merchán / ELCOMERCIO
Quito es una ciudad que no suele trasnochar. Pero parecería que cuando llega el domingo a la tarde, esa ‘responsabilidad’ de ir temprano a la casa exagera aún más.
Cuando llegan las 15:00, los artesanos y vendedores empiezan a levantar sus puestos de la calle García Moreno, en el centro de la ciudad. Poco a poco, la calle se vacía, mientras ellos, los artistas, vendedores y artesanos regresan a su papel normal de ser un citadino más.
Cada domingo, la calle que vio la muerte de Gabriel García Moreno, se convierte en una pasarela donde los quiteños y sus visitantes se relajan, pasean y curiosean. Pero también es un espacio para que personas de varias nacionalidades hagan de Quito su escenario.
Uno de ellos es Yoshiro Yamada, un joven japonés que se dedica a viajar por Latinoamérica mientras toca el violín chino. Es la tercera vez que está en el Ecuador y cuenta que prefiere tener una vida sencilla mientras lleva en su mano un instrumento poco conocido para los locales.
Caminar por la García Moreno es como entrar a un patio de comidas. Ahí los olores se mezclan y uno no sabe qué escoger. Aquí se trata de los sonidos: cumbia al inicio, música andina después y pasillos más adelante.
Pero existe uno que llama la atención. Es diferente, suave, sutil. Invita a a verificar de dónde viene. Hasta que se lo encuentra: es el violín chino de Yoshiro.
Los minutos pasan y la calle va volviendo a la normalidad. Menos sonidos. Menos color. Pero la gente sigue alrededor del japonés. Una moneda, luego otra. Así, de a poco, logra completar lo necesario para la semana. “En un domingo, hago 40 USD y es suficiente”, dice el músico. ¿Y en un día ente semana? “No trabajo”, responde.
Yoshiro ha viajado por toda la región. “Cada una es especial, pero de aquí me gustan las montañas”, cuenta.
La calle cada vez está más vacía. Van quedando las basuras del día. Y ahora es tiempo de que Yoshiro también parta. Y con él, un sonido diferente en la García Moreno.