En el barrio La Planada, por Pisulí, se retiraron los contenedores y las personas dejan las fundas en palos o tarimas. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO
Fue concebida como la columna dorsal del sistema de recolección de Quito, dentro de un plan de servicios que funcionaría hasta el 2024, pero el año pasado colapsó.
La contenerización arrancó en el 2011 como una alternativa eficaz para evitar la basura regada en el piso y para facilitar al usuario la posibilidad de arrojar los desechos a cualquier hora en un contenedor.
En la capital hay 5 500 contenedores. La semana pasada se retiraron 600 de los sectores de: Colinas del norte, la Pisulí, La Morenita, Comité del Pueblo 2 (norte), así como de La Argelia y Ferroviaria (sur).
¿Qué llevó a levantar el sistema en esos seis barrios de Quito?
Varios factores. Los principales: las vías empinadas dificultaban el ingreso de los vehículos de carga lateral, y las calles angostas impedían una correcta maniobra de los carros.
Las razones las explica Paúl Luzuriaga, coordinador general técnico de Emaseo, y cita otras: en algunos tramos el cableado era un obstáculo y en esas zonas había mayor colocación de escombros dentro de los contenedores.
Quito tiene tres sistemas de recolección: a pie de vereda, que utiliza recolectores de carga posterior tradicionales en los que los trabajadores levantan las fundas.
La mecanizada soterrada, con contenedores bajo tierra (Hay en el Centro) y la mecanizada de superficie con contenedores normales que operan con recolector de carga lateral.
Con los tres sistemas se logra recoger al día entre 2 200 y 2 300 toneladas de basura. En días pico, como ayer, tras un feriado, se levantan 3 000.
De ese total, entre el 5 y el 8% lo recoge el sistema soterrado del Centro; el 40%, los contenedores y el resto a pie de vereda.
Para poder brindar un servicio óptimo, se debería contar con 25 vehículos de carga lateral. Pero hay 18, de los cuales están operativos siete.
Se dañan los cilindros de compactación porque la gente dispone cosas que no debe como escombros, varillas.
Reparar el daño cuesta entre USD 1 000 y USD 2 000 y requiere que el vehículo entre al taller ocho o 15 días. En una semana, cada camión deja de levantar 600 contenedores, es decir desatiende dos o tres barrios. Ese es el problema.
Otro de los inconvenientes de los contenedores es que en muchos casos superan su capacidad de carga, lo que también daña el vehículo. Cada uno puede recibir unas 0,5 toneladas. Pero algunos reciben hasta 1,5 toneladas.
Los 600 contenedores retirados servirán de reserva para reemplazar a los que están en mal estado, y los que se retiran periódicamente para recibir mantenimiento.
Otro inconveniente de los contenedores es que solo pueden ser levantados por los recolectores de carga lateral.
Según Luzuriaga, al momento se están analizando diversas opciones para hacer adaptaciones a los contenedores para que puedan ser vaciados por plumas o montacargas.
El no contar con la flota completa fue otra de las razones por las que se optó por la descontenerización. De hecho, se está analizando hacerlo en dos sectores más: El Comité del Pueblo y la Roldós.
¿Significa que ya no se apostará a futuro a la contenerización?
No necesariamente. Según Luzuriaga hay zonas en donde el sistema funciona muy bien como en La Mariscal y en El Labrador.
Sin embargo, la empresa sigue estudiando sector por sector para identificar las zonas donde técnicamente sea recomendable quitar los contenedores por lo menos hasta que la flota esté completa.
El plan de emergencia que la empresa lanzó para enfrentar la crisis este año contempla la compra de 40 vehículos de carga posterior y únicamente ocho de carga lateral.
Carlos Sagasti, gerente de Emaseo entre el 2009 y 2013, estaba a la cabeza cuando el programa de recolección mecanizada nació.
Asegura que la ciudad ha invertido más de USD 20 millones en contenedores y vehículos de carga lateral, por lo que el sistema no debe quitarse sino fortalecerse.
Comprar más recolectores de carga lateral, dice, implica planificación. Asegura que traer cada uno de esos vehículos puede tardar entre cinco o seis meses.
Explica que otra de las ventajas de la contenerización es que beneficia al 80% de los trabajadores de la empresa que se dedicaban a labores de recolección, y levantaban 5 toneladas de basura al día.
El automatizar esa dinámica permitía destinar ese recurso humano a otros programas como barrido, hidrolavado, etc.
Sagasti indica que hay grandes ciudades, conflictivas como Quito, que son ejemplos a seguir como Buenos Aires, Lima, La Plata, Rosario.
Para Alfredo Altamirano, ingeniero ambiental y consultor en temas ambientales, el problema fue que antes de contenerizar no se trabajó en una campaña de concientización.
La ciudad, dice, no estaba lista para ese sistema en el que la responsabilidad recae sobre la gente. “Las personas no entienden que si arrojan un palo al contenedor, perjudican a toda la ciudad. Se debe hacer una campaña masiva para informar a la gente”.