El fuerte sonido de la sirena de la escuela Gran Bretaña alerta a los estudiantes. Hay quienes piensan que llegó el cambio de hora de clase, pero la alarma se vuelve persistente. Entonces, los niños se levantan de sus pupitres y salen de las aulas. Unos caminan ordenadamente, otros corren y brincan por las gradas.
Los niños se cubren la cabeza con sus manos. Sus profesores los guían, les piden calma. A través de un micrófono, la directora Yolanda Pazmiño les habla: “Estás en un simulacro de desastre, niño. Colócate cerca de tu maestra. Eso, con las manitos en la cabeza”.
La escuela es grande, pero su construcción es irregular. El patio central es un eje en el que confluyen cinco bloques de aulas, en donde 470 niños reciben clases en las mañanas. Hay varios grupos de gradas para llegar a ellas. En la tarde, en estas instalaciones estudian 850 jóvenes de educación básica y bachillerato.
Los 27 profesores de la primaria saben qué hacer. Cada uno tiene su tarea. Hay personal para atender a posibles heridos, para apagar las luces, realizar llamadas de socorro y revisar que no queden niños en las aulas.
Esta vez, el simulacro se realizó con calma, pero la profesora Gladys Castañeda, del Consejo Técnico de la escuela, cuenta que el 30 de septiembre del 2010 superaron con éxito una emergencia real: la insubordinación policial.
La escuela está en la Pólit Lasso y Obispo Díaz de la Madrid, en el noroccidente de Quito. Limita con la Occidental y está muy cerca a las instalaciones del Grupo de Operaciones Especiales y del Regimiento Quito. Los primeros gases lacrimógenos y el posterior caos que se formó en la ciudad afectaron a los pequeños.
Cris Carrera, de 10 años, narra lo ocurrido: “Hubo un bombardeo y cruce de balas, por lo que vino el Presidente. Estábamos en Computación. Nos vinimos al patio. A las 11:00 ya nos pudimos ir a la casa. Fue bien feo”.
Debido al plan de evacuación, los maestros lograron controlar un poco la alteración de los niños. Una vez calmados, les dejaron volver a sus casas. Algunos fueron con sus padres, otros, solos.
Es el caso de Lenin Simaluisa. El niño se amarró el saco del uniforme en la cara, para tapar su nariz y su boca. Junto a su primo trató de mitigar así el efecto del gas. Luego caminó con él hasta su casa, la última de la montaña, en el sector de La Primavera.
Los profesores de la escuela diseñaron un proyecto institucional para enfrentar situaciones de peligro como la del 30-S. También terremotos, incendios y otros. Debido a la ubicación, al pie del Pichincha, antes sufrían de inundaciones. Con donaciones, fondos de la escuela y el apoyo de los padres de familia, el colegio y la escuela Gran Bretaña mejoraron la construcción, a través de canales de desague y otras estructuras. Según Mayra Flores de Donoso, ex rectora del colegio, este problema se ha superado en un 70%.
El colegio tiene brigadas. Profesores y alumnos saben a dónde ir en caso de emergencia. Hay sitios de refugio, de provisión de vituallas y para primeros auxilios.
Tanto la escuela como el colegio se han adaptado a la infraestructura con la que cuentan para diseñar sus planes de prevención y de reacción frente a los desastres. Las aulas se han construido conforme a las necesidades, pero no ha sido un crecimiento ordenado.
Uno de los principales problemas de la escuela son los cables de energía eléctrica. Están colgados de tal manera que al levantar una mano se los puede tocar, lo cual genera un riesgo. Han pedido ayuda a la Empresa Eléctrica Quito para reorganizar el cableado.
Los profesores de Cultura Física de la secundaria acudieron a una capacitación de la Dirección de Planeamiento de Seguridad para el Desarrollo Nacional (Diplasede). Esta dependencia del Ministerio de Educación se encarga, entre otras cosas, de capacitar a alumnos y maestros.
Fausto Moncayo, del Ministerio, informó que en el país rigen acuerdos ministeriales que exigen la participación de alumnos de 2° y 3° de bachillerato en distintos campos de acción. Uno de ellos es la Defensa Civil. Este año, 14 626 estudiantes de 192 instituciones educativas de Quito se capacitan en esta área. Unos 2 000 profesores participan.
Según Édgar Hualcapi, coordinador de Diplasede Pichincha, los centros educativos reciben guías para estructurar sus planes. Las 2 062 instituciones de Quito y todas las del país deben realizar un simulacro por trimestre.