Lo que se hereda no se hurta. El novillero mexicano Diego Silveti cortó tres orejas, abrió la puerta grande y fue el máximo triunfador del quinto festejo de la Feria de Quito, Jesús del Gran Poder.
Con más de media entrada se corrieron novillos de Trinidad. Destacó con nitidez el lidiado en cuarto lugar. Junto a Silveti actuaron el ecuatoriano Hernán Tapia y el rejoneador Andy Cartagena.
Un aparente defecto en la vista, especialmente por el ojo derecho, según los entendidos, experimentó el primer novillo de la tarde al que el novillero nacional Hernán Tapia le hizo un trasteo por el lado izquierdo en varias series de naturales en una actuación muy discreta que concluyó con estocada honda y un aviso.
Muy entregado salió Tapia en el cuarto, el mejor novillo del encierro con diferencia. En la primera larga cambiada casi lo arrolla y lo lanceó de ese modo en dos oportunidades antes de torear a la verónica. Apretó el toro a la cabalgadura de Braulio y se durmió en el peto. Milton Calahorrano estuvo bien con los palitroques en el segundo tercio. Tapia se fue decidido de rodillas a los medios y dio dos series estimables con la mano derecha y otra al hilo del pitón. Continuó con dos tandas de naturales de buen corte y animoso en los pases circulares de rodillas para rematar la faena de manoletinas ajustadas. Muy desafortunado con la espada escuchó un aviso luego de varios pinchazos. Aplausos al buen novillo en el arrastre.
Diego Silveti era nuevo en esta plaza. La estirpe de su dinastía torera salía por sus poros. Quieto como una vela quitó por saltilleras en los medios. El inicio de su labor de muleta fue vibrante por lo cerca que se pasaba los pitones en los jaleados estatuarios. Hijo del ‘Rey David’, mostró condiciones para mandar en este difícil oficio. Logró contener la huida embestida de su primero con porfía en muletazos por el lado derecho. Las tandas eran cortas por la poca duración de la embestida de la res. Magníficos naturales y nuevos y enjundiosos derechazos. Los adornos finales hicieron que el novillo roce los muslos del torero de Irapuato. Pinchó y dejó una estocada entera y tendida que le quitó los dos apéndices, pero con una oreja en sus manos dio una vuelta al redondel con fuerza.
Solamente recordar que estaba en la arena un torero por cuyas venas corre la sangre de El tigre de Guanajuato evoca toda una historia de gloria del toreo azteca. Lo que ocurre es que luego Diego Silveti corrobora estos pergaminos con argumentos toreros. Buen concepto, cabeza, valor y arte. En el cuarto novillo que duró poco pero transmitió y que tenía fijeza el novillero azteca inició vibrante con la capa y dio un quite con gaoneras esplendorosas. La historia volvió a la plaza ya que decidió brindar la faena nada menos que a Manuel Benítez Pérez, ‘El Cordobés’, gran figura del toreo de los sesenta. ¡ Cuántos toreros quisieran tener el honor de hacer un brindis al diestro de Palma del Río? Empaque en la marca de los muletazos de Silveti, superior por el pitón derecho, bien al natural (un pase, soberbio) colocando la muleta adelante y empapándose de toreo bueno embebiendo al novillo en las bambas del engaño, y mandón en los muletazos del desdén, hizo el mexicano una faena torera y florida que gustó tanto a los doctos en tauromaquia como al público festivo. Los ayudados por alto mirando al graderío precedieron a una estocada entera y tendida. Dos orejas y vuelta triunfal. ‘El Cordobés’ se fue a los medios a dar un abrazo a este joven que apunta para figura.
El jabonero sucio que se corrió en cuarto lugar no quería saber nada del caballo de Andy Cartagena que colocó dos rejones de castigo montando a Fortuna, luso árabe. Un quite hizo el novillero Cristian Tobar. Con Cisne, el hermoso tordo rodado, de sangre lusitana dejó tres banderillas y ensayó piruetas festejadas. Con De opus -de estirpe de caballos portugueses- puso banderillas cortas y el novillo cogió al caballo. Mató de un rejonazo contrario y recibió una oreja.
En el sexto, un mansote de feas hechuras, Cartagena dejó dos rejones de castigo y pasó montando en Cisne, ya en banderillas, con falta de temple, en parte por los areones del novillo. Un par a dos manos antes del epílogo de una labor sin transmisión, dadas las condiciones de la res pese a la voluntad del rejoneador de Benidorm.
Al finalizar el festejo se fue a hombros de la asistencia el novillero mexicano Diego Silveti. El duende y arte de su padre, David, había vuelto a la plaza de Iñaquito, pero él tiene peso por sus propios méritos.
Nota: La reseña de la corrida goyesca y nocturna de ayer se publicará en este Diario el domingo en atención a las horas de cierre.