Sentada a un costado de la iglesia de La Merced y con una bolsa de yute a sus pies, Ana Remache, de 91 años, veía pasar a los estudiantes de los colegios municipales, que ayer coparon el Centro para embanderar la ciudad y asistir a la Ceremonia del Tedeum, por los 478 años de fundación de Quito.
La mujer vende velas y estampitas de la Virgen de La Merced, La Dolorosa y Jesús del Gran Poder, en la puerta de la iglesia. Desde 1962 ha sido testigo de los rezos de los quiteños. “He visto pasar a tantos alcaldes y a tantas reinas”, repetía, mientras jóvenes de los colegios Fernández Madrid, Benalcázar, Sucre, Unidad Educativa Espejo, Militar Eloy Alfaro, entre otros, ondeaban banderas azul y rojo, de Quito, y avanzaban por la calle Chile, de este a oeste.
El desfile se inició a las 07:15, en la plaza de San Francisco, y 150 policías vigilaron las cerradas calles Bolívar, Venezuela, Chile, García Moreno, Cuenca, etc. La mujer, originaria de Imbabura, esperaba que la ceremonia culminara para sacar su cajón de madera y vender sus imágenes, desde USD 0,25, como lo hace a diario, de 09:00 a 17:00.
Una hora antes, al pie del Palacio Municipal, 43 pequeños del Sistema de Educación Inicial Municipal levantaban la mirada hacia el balcón del despacho del Alcalde, donde el burgomaestre (e), Jorge Albán; la reina de Quito, Silvana Di Mella; su corte; y el concejal Pablo Ponce presidían el embanderamiento del Centro.
48 integrantes de la Banda Municipal entonaron primero el Himno Nacional y 14 minutos después, el de Quito. Desde el balcón irrumpió una voz fuerte, se trataba de Claudia Clerque, abanderada de la Unidad Educativa Sucre. Desde la calle Venezuela, Gonzalo Velasco y Lucía Villegas, profesores de la joven, no ocultaban su orgullo: “Es una chica excepcional”.
Las delegaciones avanzaron entre balcones decorados de azul y rojo, rumbo a la iglesia, donde Remache vio crecer a su único hijo y el sitio donde se realizó la misa a la ‘Protectora de Quito’. El 11 de mayo de 1965, el Cabildo emitió la Ordenanza Municipal que determinó que en las fechas de fundación se entregarán ofrendas en agradecimiento a la Virgen de La Merced. Desde la fundación de Quito, en 1534, la ciudad fue encomendada a esta advocación.
En el lado oriental del templo, Carlos (prefirió no dar su apellido), de 66 años, recordaba que desde adolescente caminaba hasta el Centro para acudir al Tedeum, que en latín significa “A ti, Dios”, y es uno de los primeros himnos cristianos. Según él, en los últimos años ha tenido que esperar fuera de la iglesia, porque el acceso a la misa es restringido, para rezar a la Virgen.
Las soberanas de Quito y las autoridades municipales ingresaron a la iglesia. En el templo volvió a entonarse el Himno Nacional, a cargo de la Orquesta Sinfónica Municipal. En una de las bancas finales de la iglesia, con uniforme azul y rojo y un tambor sobre sus piernas, María Flores, de la banda estudiantil del Fernández Madrid, contaba que ella y sus cerca de 100 compañeros ensayaron, además de los días regulares, un fin de semana, para el evento.
Tres bancas más adelante brillaba la cabellera encanecida de Ligia Rodríguez. Ella, a diferencia de Carlos, entró sin contratiempo a la iglesia. Con voz dulce, la mujer de 80 años señalaba que la ceremonia es un acto de fe y que en su familia es tradición.
En el altar, el arzobispo de Quito, Fausto Trávez, hacía un llamado a que los quiteños cultiven el arte y las maravillas que la capital tiene para mostrar. Un cirio blanco, con un listón con los colores de la bandera de Quito, se encendió: representaba a Cristo. Las soberanas entregaron flores, que simbolizan la piedad, y el Arzobispo, el incienso, la pasión de Cristo. Las tres ofrendas del ritual.
Dos trompetas anunciaron el final del Tedeum. La iglesia quedó vacía, Carlos entró mientras Remache, con paso lento, apoyándose sobre su bastón, con paciencia acomodaba las velas y los santos sobre el piso de piedra.