El viaje desde la estación Río Coca hasta la parada La Marín dura cerca de 30 minutos. Este es el recorrido que a diario realiza Gabriel Guadamurd, quien vive en el valle de Los Chillos y trabaja en el sector de La Granados.
Mientras espera el arribo de una unidad de la Ecovía, se coloca audífonos y en su celular selecciona la música de su preferencia. “Es un viaje largo, escuchar música hace que el recorrido sea más ameno”, dice.
Mientras Guadamurd permanece en la fila, desde la parte posterior se escucha con algo de interferencia la voz del salsero Jerry Rivera. “Con cara de niño, con alma de hombre “, murmura un joven que usa mochila y sostiene un celular.
Los usuarios que permanecen en la fila lo miran, pero el joven, quien al preguntarle su nombre decidió no responder, parece no importarle la mirada atenta de alrededor de 15 personas que buscan trasladarse al Centro y al sur.
La unidad llega y los usuarios ingresan uno tras otro. Los asientos son ocupados con rapidez. En medio de empujones, abordan los dos jóvenes. Guadamurd camina hasta el medio y se arrima a un pasamanos. El otro chico se queda en la tercera puerta, con una mano se sostiene cuando el bus frena de golpe y con la otra selecciona la música que todas las personas que viajan a su alrededor escuchan.
“Siguiente parada La Paz”, dice el chofer y recomienda a los pasajeros anticiparse para desembarcar. Mientras la voz del conductor de la unidad se escucha a través de los parlantes, el joven sube más el volumen de su celular. Aníbal Mier, estudiante Derecho, ingresa al bus en la parada Galo Plaza. Al escuchar la música a alto volumen, saca desde su mochila unos audífonos y se los coloca.
Él murmura que es incómodo viajar junto a alguien que escucha música a alto volumen. “Aunque uso audífonos, el sonido de quien está con su celular es molestoso”.
En la parada Eugenio Espejo, por la segunda puerta, sube una mujer con una niña en brazos. Luego de conseguir un asiento, saca su celular y escucha música. Los diversos géneros musicales retumban en todas partes del articulado. Guadamurd y otros dos jóvenes que usan audífonos parecen no percatarse del ruido, pero las cerca de 120 personas que viajan en la unidad buscan pararse cerca de una ventana y mueven su cabeza de un lado al otro. Nadie se anima a decirles que bajen el volumen o se coloquen audífonos.
La Gerencia de Transportes de pasajeros aseguró que, sobre todo, es una cuestión de cultura y que no pueden normar el ruido en el interior de las unidades. En ese sentido, cada pasajero debería respetar a quienes viajan a su lado.