En uno de estos luminosos días de septiembre, junto con las damas de la Casa de Cuenca en Quito, realizamos un recorrido por el Centro Histórico, aprovechando las exposiciones que se muestran en algunos patios de ciertas casas solariegas, especialmente de la García Moreno, antigua calle de las Siete Cruces.
Luego de recordar las historias de estas edificaciones, especialmente la Del higo y La glorieta, les propuse que camináramos hasta uno de los sitios más pintorescos de la ciudad, que se halla en la calle Fernández Madrid, del barrio de La Loma.
Para llegar hasta este lugar, bajamos hasta San Agustín, recordando que ahí funcionó la primera universidad establecida en Quito, la de San Fulgencio, instituida a fines del XVI. Luego continuamos por la calle Guayaquil hasta la plaza de Santo Domingo. Allí alguna de las asistentes al recorrido preguntó: ¿de quién era la casa que se encontraba en restauración entre las calles Rocafuerte y Guayaquil?
De Gabriel García Moreno, contesté, recordando que el controvertido presidente la habitó solamente por 17 meses antes de ser asesinado. Los arquitectos Thomas Reed, inglés, y Franz Schmitd fueron sus constructores. Por lo mismo se trataba de una vivienda del siglo XIX, de estilo alemán.
Otra preguntó por la llamada casa de Santa Elena, ubicada en la Guayaquil, vereda occidental, siendo la segunda casa en dirección norte-sur, porque sobre la puerta se encuentra una efigie de la madre del emperador Constantino. A él, la leyenda cristiana le atribuye el descubrimiento de la verdadera cruz en la que fue martirizado Jesús.
Recordando que aquella imagen se encontraba en el antiguo arco, así mismo llamado de Santa Elena (que estuvo ubicado entre las calles Mejía y Benalcázar), entre comienzos del siglo XVIII y la segunda mitad del XIX. Según algunos, su antiguedad podría remontarse al siglo XVI, pues estuvo en una casa de Lorenzo de Cepeda, hermano de Santa Teresa de Jesús, conquistador de Quito.
Atravesamos el arco de Santo Domingo de fines del siglo XVIII y continuamos por la Rocafuerte o calle de la Loma Grande, hasta dar con la estrecha entrada a la Fernández Madrid, la que lamentablemente se hallaba con basura desperdigada en pleno mediodía.
Sin embargo, la fascinación hizo presa del grupo, porque como se trata de la bajada de una ladera y la vía es tan angosta, las casas casi se juntan; pero lo más conmovedor es la llegada hasta la ermita del Señor de los Milagros, o Santo Cristo de la Loma, que se encuentra en el lado occidental.
Justo al frente hay un arco, a través del cual se sube una estrecha escalera hasta dar con una calle, encontrándose abruptamente a la cotidianidad del barrio. Al tornar la vista atrás, el encanto se recupera de inmediato, pues con una sola mirada se alcanza a divisar: las escaleras, el arco, la torre de la ermita del Señor de los Milagros, la torre de Santo Domingo, la quebrada llamada por los indígenas de Jatuña, más tarde conocida como de Jerusalén y Toctiuco.
Frente a semejante maravilla, las cámaras se dispararon sin cesar, puesto que pese a lo hermoso que es el conjunto del Centro Histórico quiteño, este es un lugar mágico. Debería ser meta para quiteños y turistas.