Políticas bien dirigidas desde el reciente Instituto Metropolitano de Patrimonio (ex Fonsal) vienen abordando nuevas tareas sobre antiguos espacios del Quito Prehispánico. Una es la recuperación de la llamada Plaza de Santa Clara, ubicada al sur de la plaza de San Francisco.
fakeFCKRemoveForman con otras un enclave de iglesias coloniales en la calle Rocafuerte, Sta. Clara, el Carmen Alto e Iglesia del Hospital. Sus altos muros han encerrado piadosamente a generaciones de jovencitas desde la época colonial, sabiendo que junto a la vida monacal y la contemplación, estaban destinadas con su virtud a envejecer junto al Amor de su Señor.
Quien alzare la vista sobre tales respaldos pensaría que junto al silencio interior, y contando con las murallas de San Francisco, lo construido quería dotar a la antigua urbe de otra larga muralla medieval.
No es nuestro objetivo documentar la historia de la plaza, pues hay suficientes tratados, sino el particular origen prehispánico de este espacio que se halla hoy al pie de la iglesia de Santa Clara, en un proceso de movimiento de tierras.
El terreno tiene hoy una extensión de 1 722 metros cuadrados, 33 x 52,25 metros cuadrados, siendo más larga de este a oeste (datos de arqueólogos A. Santamaría y A. Castillo). El problema radica en que esta plaza dejó de ser tal en el siglo XX, por haberse edificado sobre ella un mercado de estructura metálica.
Desde su desaparecimiento, ha quedado un terreno con destino expectante. Hoy, sin embargo, está en vías de renacimiento como una plaza moderna de la ciudad de Quito, que recuperará el Instituto. Se sabe que desde la fundación de la ciudad (1534) hubo esta placeta y viene la pregunta, ¿por qué no fue tomada como botín o manzana por los primeros constructores de casas de teja, siendo respetada como tal a través de 4 siglos?
Para entonces (1596) no existía el convento de Santa Clara, o sea que no había necesidad de servir para atrio, pudiendo muy bien haberse convertido en otra manzana. Al investigar la plaza de San Francisco, tres fuentes ayudaron al que esto escribe a concluir que la plaza mal llamada del tiánguez, y que recuperó su nombre quichua de Catug Pata (o “cato”), en tiempo de los incas era un sitio de intercambio.
Iba “de quebrada a quebrada”, desde el filo de la quebrada de Zanguña (cerca a Mideros) hasta el borde la quebrada de Ullaguanyacu (Jerusalem), borrando por supuesto el cuadrado de Santa Clara. Por lo dicho, Santa Clara no existía como unidad independiente, sino que era parte de la alargada plaza inca (Catug-pata) que luego se denominó San Francisco.
Vienen en ayuda una carta en flamenco de Fray Jodoco Riche (1550), la crónica de Fray Diego de Córdova Salinas (Lima 1652) y la crónica de Fernando de Cozar (1647). Con la actual remoción de tierras se han encontrado en la plaza alrededor de cinco canales subterráneos de ladrillo aplanado y algunos cubiertos de piedra andesítica, o canales doble para conducción de agua, que parecen corresponder a una época más moderna. La respuesta a la pregunta puede ser: fue un centro de distribución de aguas por canales.