En Quito, hay más de 2 000 buses. Foto: Alfredo Lagla / EL COMERCIO
Una reingeniería de rutas y frecuencias permitiría implementar en Quito buses eléctricos para el servicio de transporte público, según Roberto Custode, consultor en temas de movilidad. Él calcula que el proceso podría tomar alrededor de un año, una vez que exista la decisión de arrancar.
El alcalde Mauricio Rodas se adhirió, junto a otras 11 ciudades, a un acuerdo que plantea liberar a los centros de las urbes de buses que arrojen gases contaminantes, con el fin de combatir el cambio climático y mejorar la calidad del aire. Lo hizo en París, durante una reunión del C40 Cities, un grupo de ciudades de varios países que busca reducir las emisiones de carbono.
El plan del Municipio es reorganizar rutas y frecuencias previo a la entrada en operaciones del Metro de Quito y aplicar un esquema de peatonalización del Centro Histórico. En esa zona se plantea también modificar las rutas actuales de transporte público y que todos los buses que lo brinden sean eléctricos.
Según Custode, este tema tiene tres aristas: tecnológica, de infraestructura y de inversión. En cuanto a lo tecnológico, se requiere adquirir buses a batería, porque eso les da autonomía para circular por cualquier vía. En Quito existen trolebuses, pero su sistema es distinto porque se alimentan de energía a través de una catenaria de dos cables conectada al suministro eléctrico. Si deben salir de esa ruta, funcionan con diésel. Por ello este es un sistema rígido.
En ciudades como Montevideo se aplican programas piloto con buses a batería. Allí, las estaciones de recarga son conocidas como electrolineras. Se trata de una infraestructura diferente porque no tienen enchufes normales. El experto explica que se requiere de 440 voltios, algo que no hay en Ecuador. En este punto se debe tomar en cuenta que recargar la batería de un bus puede tomar unos 45 minutos, por lo que según Custode se necesitaría de más buses para el mismo servicio. Implementar una podría tomar alrededor de un mes.
Además, explica que un bus a diésel puede circular 300 kilómetros antes de que necesite cargar combustible. En cambio, uno eléctrico puede transitar entre 180 y 200 kilómetros. Allí se hace necesaria la reingeniería de rutas. Estas deben ser más cortas para un uso más eficiente de las unidades y que permita tener una rentabilidad razonable.
El plan de reestructuración de rutas y frecuencias del Municipio plantea cambiar de recorridos longitudinales a unos bajo un concepto de supermanzanas, es decir que se cubrirían más vías transversales, los recorridos serían más cortos y alimentarían a las rutas troncalizadas de Trole, Ecovía, corredores y Metro.
En cuanto a costos, un bus eléctrico costaría costaría al rededor de un 60 y 100% más que un bus convencional, dependiendo de la marca. Actualmente, un bus nuevo convencional cuesta aproximadamente entre 70 000 y 80 000. Uno eléctrico podría comprarse por USD 140 a 150 000. Custode explica que el costo inicial del vehículo es más alto, pero el costo operativo es considerablemente más bajo, porque no hacen falta mantenimientos de filtros y otros chequeos constantes que requiere un bus normal.
Sin embargo, el experto señala que si no hay un concepto empresarial en las operadores de buses, es complicado que puedan hacer una inversión inicial tan alta. Por ello afirma que en principio debería aplicarse un plan piloto para luego crecer hasta cubrir paulatinamente toda la ciudad.
En una geografía irregular como la de Quito, sería necesario contar con vehículos para hacer pruebas antes de fijar rutas. Custode afirma que un bus eléctrico no tiene transmisión ni caja de cambio, lo que significa que una unidad de estas tiene más torque (fuerza) para arrancar en cuestas como las de Quito o para salir con mayor impulso desde velocidad cero.