La rehabilitación de un teatro y un museo da vida a dos barrios

En los alrededores del Teatro México. El lugar fue rehabilitado y está ubicado en las calles Tomebamba y Antisana, en Chimbacalle.

En los alrededores del Teatro México. El lugar fue rehabilitado y está ubicado en las calles Tomebamba y Antisana, en Chimbacalle.

El pito de los carros, la música de los locales y el olor a aliños son algunas características de la calle Cuenca, entre Bolívar y Rocafuerte, en el Centro Histórico. La mayor cantidad de gente que llega o pasa por esta arteria va en busca de piñatas y juguetes para las fiestas infantiles. Pero desde hace dos semanas, los transeúntes ya no solo preguntan por el precio de las ollas encantadas. Por el local de piñatas de María Sangoquisa ahora pasan turistas nacionales y extranjeros preguntando dónde queda la Casa del Alabado.Este museo se inauguró el pasado 11 de abril y ha modificado la vida y el comercio de quienes trabajaban en la calle Cuenca. Esta casa, que es una de las más grandes del sector, se destaca, no solo por tener arte precolombino en su interior, sino también por el color de su fachada. Mientras las casas de la cuadra son de colores durazno y crema, esta es blanca con puertas cafés. Para Víctor Muñoz, retocador de imágenes, el museo será la oportunidad de comprometerse con la gente y con el barrio. El artista, que tiene su negocio desde hace 30 años, está dispuesto a asistir a talleres de relaciones humanas y de mercadeo para mejorar el trato con los turistas. Entre los vecinos, la expectativa por el museo es grande. Rosa Romero tenía una bodega en la Casa del Alabado, pero ahora ese sitio se ha convertido en una de las salas de exposiciones. A pesar de la apertura del museo, los vecinos se quejan por la inseguridad del sector. Otro de los sitios que también modificó su aspecto y su cotidianidad es Chimbacalle, en el sur. Con la rehabilitación del Teatro México, los moradores se han apropiado del sector.La noche del jueves lucía despejada y Mariana Pérez aprovechaba la presentación de una banda de metal gótico en el rehabilitado teatro, para vender algunos confites. Cuando aún se proyectaban películas en el antiguo cine México, hace unos 10 años, Pérez contó que vivía debajo de la galería y cuidaba el local. En aquellos años, en la boletería en cambio trabajaba la hija de Martha Villacís, quien también llegó a vender algunos dulces la noche del jueves. Sentada en la acera de la calle Tomebamba, ella recordaba las inolvidables actuaciones de Libertad Lamarque, Jorge Negrete y Pedro Infante en las películas mexicanas proyectadas en blanco y negro. El cine cerró pero Pérez siguió viviendo y cuidando el local, que pasó a ser la sede de un centro cristiano de oración. Cuando la iglesia se fue, el local quedó abandonado. “Era muy peligroso caminar por aquí”. Desde hace unos dos años, el remodelado Teatro México volvió a abrir sus puertas. La iluminación y la seguridad mejoraron. Diego Tamayo, un vecino, dijo que la rehabilitación del teatro mejoró la convivencia de los vecinos. Él ya asistió a conciertos y danzas en las que se encontró con amigos del barrio. “Es como recordar los viejos tiempos”.

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