Emaseo encargada de la recolección de basura y el aseo de la ciudad tiene una brigada con la que trabaja en la limpieza de estas zonas. Foto: Archivo / EL COMERCIO
Es parte del paisaje. En Quito es común ver a personas, en especial hombres, que hacen de las calles un urinario público. Cualquier terreno baldío, poste, árbol, vereda, pared o incluso las puertas de las iglesias o casas patrimoniales ubicadas en el Centro Histórico se vuelven el lugar adecuado para orinar.
La Ordenanza municipal 332 establece este tipo de faltas como una contravención. En el artículo 103, numeral 9, especifica que los actos de escupir, orinar o defecar en la vía pública deben ser prácticas sancionadas con el 20% de la remuneración básica unificada, es decir USD 80. Pero si una persona es reincidente, deberá pagar el doble, es decir USD 160. No obstante, pese a la normativa, no hay sancionados en lo que va de este 2020.
La Agencia Metropolitana de Control (AMC) es la encargada de sancionar a los infractores en el espacio público. La entidad indicó que para poder hacer cumplir la Ley, la persona debe ser hallada en flagrancia. Allí la complejidad.
En marzo del 2018, un agente encontró a un hombre cometiendo esa falta en las avenidas Pichincha y Oriente, cerca al Mercado Central (centro de Quito), pocos días después de que el Municipio entregara obras de regeneración en esa zona. El agente le llamó la atención y le recordó que su acción atenta contra la higiene de la ciudad. Hizo un exhorto verbal al hombre y le motivó para que limpie lo que había ensuciado. El agente le entregó una escoba y un balde.
Justamente, el Centro Histórico de Quito y La Mariscal son dos de los puntos en donde la gente más orina en el espacio público.
El tema sale a flote luego de que en Ambato, capital de Tungurahua, se haya empezado a reforzar el control para quien irrespete el espacio público de esa forma. Durante este mes, un grupo de 50 personas del Municipio, que forman parte del personal de apoyo de vía, podrá sancionar ese tipo de actos. Allí la multa es de USD 120 si es por primera vez. Pero si la persona es reincidente pagará USD 240 (60% de RBU).
Emaseo ha identificado en Quito 45 puntos húmedos. La entidad municipal encargada de la recolección de basura y el aseo de la ciudad tiene una brigada con la que trabaja en la limpieza de estas zonas. Incluso han registrado que hay personas que hacen sus necesidades en las puertas de las iglesias, en el Centro Histórico.
Para el urbanista Hugo Cisneros se trata de un problema cultural y también de falta de infraestructura. “Usualmente esto ocurre en los alrededores de paradas de buses y en las cercanías de bares y discotecas. Pero sobre todo se da porque los ciudadanos, en especial los hombres, tienen la costumbre de orinar en donde tengan ganas”. Además, hacen falta baños públicos.
Señala que desde pequeños, cuando un niño avisa a sus padres que tiene ganas de ir al baño, los progenitores le bajan el pantalón al menor y le obligan a orinar donde esté. Eso va creando un patrón y el hijo se acostumbra a hacerlo sin ningún tipo de vergüenza.
“Es como si hacer las necesidades biológicas en la calle fuese algo normal, y por lo tanto es un hecho que se repite porque parece socialmente aceptado”. Sin embargo, afecta a la ciudad. Las zonas que se vuelven urinarios dejan de ser frecuentadas por la gente. No tarda en llegar la basura y debido al olor se vuelven sitios abandonados y por lo tanto focos de inseguridad.