En La Guaragua se implementó, a partir del 7 de agosto de este año, el nuevo paseo peatonal de las artes. Foto: Galo Paguay / EL COMERCIO
Calles en las que confluyen pintores, peluqueros, músicos y enamorados. Artesanos que construyen réplicas de iglesias con madera o tallan marcos para pinturas. Leyendas e historias que son recordadas por los vecinos en las calles y plazas.
El aroma de las cafeterías en las esquinas que se mezcla con el sonido de la música tradicional. Turistas que se toman fotografías y buscan recuerdos.
Ese es el ambiente que se palpa diariamente en el sector de La Guaragua. Y los tradicionales barrios de la Mama Cuchara y San Marcos del Centro Histórico de la ciudad.
Desde los años 1920 y 1930 hasta el siglo XX, hablar de La Guaragua era referirse a un espacio bohemio. Hoy, esta tradicional cuadra de la calle Galápagos, entre la Guayaquil y la Vargas, ha recuperado parte de esa historia. Sus casas y balcones, de estilo republicano, lucen radiantes luego de que fueron arregladas y pintadas.
A partir del 7 de agosto pasado se transformó en el nuevo paseo peatonal de las artes, en donde los artesanos muestran sus obras en la plataforma del Mercado Arenas y hay un plan del Municipio para incrementar la seguridad y atraer más visitantes. Allí se puede encontrar de todo. Solo al echar un vistazo por sus 20 locales hay tiendas de abarrotes, restaurantes, un consultorio dental, una imprenta, negocios de perfumes, cocinas industriales y accesorios para celulares.
Rubén Ernesto Coba vive desde hace 45 años allí, a unos 50 metros de la Vargas. Llegó a los 17 años con su mamá y tres hermanos. En ese tiempo aún existía la plaza de toros que se ubicaba en lo que hoy es la Plaza Arenas. Le llamó la atención el sonido de la música de la banda que tocaba en las corridas y el movimiento que generaba esa actividad en ese sector, que es la puerta de ingreso al Centro Histórico.
El modelo que el Municipio quiere replicar para los paseos peatonales del Centro Histórico es La Guaragua. Allí iniciaron exposiciones de los artesanos y artistas, y también las denominadas Serenatas Quiteñas, las cuales se realizan los viernes de 19:00 a 20:00. Con violines, piano, saxofón y guitarras, los músicos invitados interpretan canciones ecuatorianas con una programación distinta cada semana.
Pablo Naranjo, presidente de los comerciantes de la Plaza Arenas, cuenta que se organizan para ofrecer platos típicos en la plazoleta que se construyó al ingreso. El espacio estará destinado para una feria de comidas y locales que ofertarán artesanías. Como la idea es que ese paseo tenga actividad nocturna, los comerciantes abrirán sus puertas hasta las 22:00.
En la Mama Cuchara también se busca mantener vivo el legado histórico y cultural. Marco Rubio y Diana Lora pertenecen al colectivo Mi Loma Grande, el cual organiza rutas culturales con los visitantes.
En la Mama Cuchara hay locales donde todavía se mantienen los oficios tradicionales. Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO
También, recuperar las comidas tradicionales del sector a través del proyecto Olores y sabores. Asimismo, tratan de avivar las historias tradicionales del barrio como la de La Virgen del Tomate y exhibir al público los siete murales artísticos que se pintaron en las paredes y muros del barrio.
En las rutas se muestra los locales en donde todavía se mantienen los oficios tradicionales de la ‘Carita de Dios’, como una barbería, una sastrería de 80 años de existencia, dos imprentas antiguas, cafeterías y una casa cuna. Asimismo, destaca el local en donde se elaboran máscaras y belenes, con productos reciclados, de Alberto Ávila, quien se dedica a esa actividad hace 18 años.
Él y los vecinos recuerdan con emoción la historia del barrio, que oficialmente consta en los mapas de Quito de los años 1600. Estaba rodeado por las quebradas Manosalvas en el norte y Ullaguangahuaycu o Jerusalén al sur, las cuales fueron rellenadas después. Había unos puentes de piedra entre ellas -explica Rubio– para atravesar la quebrada, que conectó a la Loma Grande con la Loma Chica, hoy San Marcos.
Este tradicional sector empieza desde el convento de Santa Catalina de Siena, en la calle Montúfar, y concluye en el parque contiguo a la iglesia. Dos escalinatas bajan de la loma hacia el oriente. Varias fachadas de las casas color pastel y tonos claros, sobre la calle Junín, muestran estilos republicano, neoclásico y mudéjar.
El sector cuenta con tiendas de abarrotes, venta de artesanías, picanterías y diferentes talleres de arte. Uno es el de César Muso. Su especialidad es la escultura y la aplicación del pan de oro o policromía en la madera tallada.
Uno de los personajes insignes es José Barrera, dueño del Taller de Madera Noble. A su juicio, San Marcos es un barrio independiente que “mantiene la vecindad”. Es un quitólogo (estudio informal de la capital) por excelencia. Cuenta que “la calle primero tuvo el nombre Yendo a San Marcos, luego Real de San Marcos, que hoy es la Junín”. Conoce la historia del sector como la palma de su mano. Dice que allí hay un par de casas patrimoniales, dos coloniales y el resto son republicanas. También hay una iglesia colonial, la cual fue construida solamente para los indígenas.