Un grupo de agentes de tránsito contó las anécdotas que viven en las calles de Quito, cuando sancionan a un conductor este 19 de septiembre del 2019. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO
La imaginación de una persona que ha sido atrapada por la autoridad de tránsito cometiendo alguna infracción vuela cuando de evadir la multa se trata en Quito, capital de Ecuador.
La mañana de hoy, jueves 19 de septiembre del 2019, durante la ceremonia de conmemoración del aniversario de la primera promoción de Agentes Civiles de Tránsito, realizada en el Cuartel del Pintado (sur de Quito), un grupo de uniformados contó las anécdotas que viven en las calles, cuando sancionan a un conductor.
La cantidad de excusas es casi ilimitada: una por cada persona, sin embargo, hay algunas que se repiten con frecuencia. La más recurrente: “Disculpe señor oficial, se me quedaron los documentos del carro en el otro pantalón”. O “en la otra cartera”, cuando se trata de una mujer.
María José Santiana, quien se unió a la Agencia Metropolitana de Tránsito (AMT) hace ocho años, contó que un muy reducido grupo de personas admite que cometieron un error, piden disculpas, y reciben sin renegar la boleta. El resto, busca librarse de la multa de las formas más creativas.
“Mi esposo se llevó la matrícula”, “Le encargué mi cartera a mi novia”, “Mi hijo me ha sacado de la billetera”, “Si quiere vamos a la casa y le muestro”, son algunas de las frases que los agentes están acostumbrados a escuchar y que se saben de memoria.
En cambio, cuando la infracción tiene que ver con pasarse un semáforo en rojo, o con hacer caso omiso al Hoy no circula (antiguo Pico y Placa), las excusas cambian. “Siempre dicen que están en una emergencia. A mí me han dicho que la esposa está embarazada y sintió dolores y le está llevando al hospital, y la esposa que va sentada a la derecha no tiene ni panza”.
Otra de las explicaciones de los conductores, en especial cuando van niños en el asiento trasero, es que su hijo está enfermo y está llevándolo al hospital. “Entonces yo suelo acercarme al niño y preguntarle donde le duele y me suelen decir que en ningún lado. Algunos incluso me han dicho que su papi les pidió decir que le duele la cabeza”, recuerda Santiana.
Pero las reacciones más graciosas son las de las personas que han adulterado las placas para poder circular a pesar de la restricción. Por ejemplo, al número 1, lo vuelven 4, con la ayuda de un esmalte. O utilizan taipe o tinta correctora. Y cuando el agente le dice que la placa está adulterada responden: “¿En serio? Yo no he sido”, “Ni cuenta me he dado. Así le compré al carro”, “El anterior dueño ha de haber sido”, “Algún amigo me jugó una broma”. Algunos, incluso, dicen que son travesuras de sus hijos.
Santiana indica que es común que ocurra y que para un agente es fácil identificar cuando un número está adulterado porque nunca queda en la misma línea, o tiene otro tono de pintura.
La infracción más frecuente que cometen los conductores es transitar sin cinturón de seguridad. Ahí también llueven las excusas: “Ahorita me saqué para entregarle los documentos”, “Mi hijo pequeño me sacó jugando”, “Se me soltó”.
Un uniformado contó que una vez, un hombre trató de convencerlo de que no era martes, sino miércoles y que no tenía restricción. Tampoco faltan aquellas personas que intentan sobornar al agente.