En los alrededores de San Roque, los vendedores llevan la mascarilla mal colocada. Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO
En Quito, el uso de mascarilla es casi generalizado. Pero hay un problema: buena parte de comerciantes y transeúntes la lleva de forma incorrecta: debajo de la nariz, cubriendo únicamente la boca y la barbilla.
El domingo 12 de julio del 2020, los puestos de venta se mantuvieron como los otros días de la semana, en calles como la Cumandá, en el sector de San Roque, y en la Imbabura, la Cuenca y la Rocafuerte.
La mayoría de vendedores usaba mascarilla de tela y quirúrgicas sucias y desgastadas; además mal colocadas. Quienes se ubican en puestos fijos permanecían sin el distanciamiento mínimo de 2 metros y con productos sobre el piso.
Estos hechos de la cotidianidad preocupan, si se toma en cuenta que en una semana, del domingo 5 al domingo 12 de este mes, Quito ha sumado 1 538 nuevos contagios, según datos del Ministerio de Salud.
Para el epidemiólogo Marcelo Aguilar, se ha acelerado el nivel de transmisión del covid-19 desde la primera semana de julio. Y quizá la urbe “ya esté entrando en un pico epidemiológico”. Hasta ahora se ha hablado de ‘oleadas’ sin llegar a un incremento abrupto (pico).
Hace 40 días, el 3 de junio, la capital pasó al semáforo amarillo, para abrir la economía y dar paso al trabajo presencial de más ciudadanos. Entonces se registraban 3 842 infectados. Hasta ayer ya eran 9 670.
Consultado al respecto el ministro de Salud, Juan Carlos Zevallos, respondió a través de un mensaje de WhatsApp que lo que vive la capital es un “nuevo brote de contagio”. Y que “se está atendido a todos”.
En junio, Zevallos adelantó que esperaba que en este mes se evidenciaran los efectos de la flexibilización de medidas de restricción a la movilidad.
Para Aguilar, quien además es profesor en la U. Central, lo preocupante es el crecimiento de casos dentro de la comunidad, sin tener suficientes respuestas desde la Cartera de Salud. “Hace falta contener los brotes con una mayor vigilancia comunitaria, sin una contundente intervención que frene eso, el resultado es lo que nos está ocurriendo al momento: saturación de los hospitales, de camas, más que nada en terapia intensiva”.
En la ciudad se han activado planes de vigilancia comunitaria, por iniciativa de la Red Nacional de Epidemiólogos. También de la U. Central, que el sábado formalizó un convenio con Salud, para que sus internos rotativos recorrieran zonas consideras ‘rojas’ de la urbe, aplicando pruebas rápidas y de PCR (de diagnóstico).
Para el epidemiólogo Aguilar, no sería necesario volver al semáforo rojo, con medidas más estrictas de circulación en toda la ciudad, sino hacer una ‘cuarentena dinámica’. Se refiere a focalizar las restricciones en barrios en donde se produzcan brotes, como por ejemplo Chillogallo.
Hasta el sábado, en esa parroquia se concentraba la mayoría de casos del Distrito, 862; seguido de Guamaní con 728 y otras del norte.
Ayer, padres e hijos, parejas y jóvenes en bicicleta, patines, caminando, trotando y con sus mascotas fueron parte del paseo dominical, ruta que se reactivó desde hace un mes.
La mayoría sí utilizaba la mascarilla, pero un buen grupo de ciudadanos la llevaba bajo la barbilla o tapando solo la boca. Este trayecto de 28,7 km se inicia en el sur, en Las Cuadras, y llega hasta el Parque de los Recuerdos, en el norte.
La distancia recomendada de 2 metros tampoco se cumplió, más que nada cuando paraban en los semáforos a esperar el cambio de luz verde.
Cristian Morejón y su esposa contaron que acostumbran salir todos los domingos en bicicleta. “Hacer deporte con el cubrebocas es molesto, falta el aire, pero hay que acostumbrarse a ello”.
Aguilar recomienda a las autoridades “aclarar a la población que el virus sigue circulando y no crear la falsa sensación de seguridad”.
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