A ella le gusta la fotografía y a él, el fútbol. Salomé Jaramillo es muy pegada a las artes y Marco Mantilla, a los deportes. Llevan seis meses de novios y para respetar los gustos han alcanzado un acuerdo: cuando él va al estadio, ella prefiere quedarse descansando en casa y cuando ella visita alguna exposición, él se encuentra con sus amigos. En la noche del último miércoles fue diferente.
Salían del patio de comidas de un centro comercial del norte y vieron que una buena cantidad de personas se dirigía a la avenida Naciones Unidas. Al no tener apuro y sin saber a dónde ir hasta que pasen las horas, decidieron seguir el rumbo que tomaba la mayoría. La primera impresión: el bulevar de la avenida estaba muy iluminado y en la esquina vigilaba un grupo de policías metropolitanos.
La segunda impresión: las enormes esculturas de quindes, pintados de diferentes tonos y colores. Ella no le aflojó la mano y le haló hasta el inmenso quinde de tono lila intenso, que tenía en sus alas impresa, con letras blancas, la palabra libertad. La imponente figura capturó sus miradas.
Salomé sonreía y pidió a una de las chicas del grupo que pasaba por ahí que les tomara una fotografía. Sacó su teléfono del bolso y lo entregó listo, solo para que presione el botón.
Junto a la pareja, una familia completa (madre, padre y dos hijos) se fotografiaba al pie de la figura de otro quinde. Esta escultura tenía algo diferente: pedazos de vidrio en forma de círculo incrustados por todas partes. Y en el pecho del ave, la frase: ‘Yo soy tú mismo’. El padre explicaba a sus hijos el significado.
“Si levantas la mirada, te ves en las alas, en el pecho, en el pico o en las patas del quinde. Si alguien le golpea al ave, se triza uno de esos pedazos de vidrio y tu reflejo también se distorsionará. Por eso hay que cuidar al colibrí, son bellos”, pronunciaba con un tono agradable, Miguel Remache, profesor de Literatura.
Su hijo, el más pequeño, permanecía sentado sobre el piso y más atento a lo que hacía el niño que estaba cerca, que jugaba inquieto entre los pedestales sobre los cuales están empotradas las esculturas. Salomé quería recorrer todo el bulevar y no fue nada complicado convencerle a su novio. “Este está padrísimo”, decía él, sin despegarse del quinde que simulaba su vuelo sobre las cúpulas de las iglesias del Centro Histórico, talladas en yeso.
65 esculturas de quindes se exhibirán hasta febrero, en el remozado bulevar de la av. Naciones Unidas. Se trata del proyecto Quito ciudad de quindes, impulsado por el Municipio, que tiene como propósito sensibilizar al ciudadano frente al cuidado de la emblemática ave de la capital.
El Cabildo contrató al escultor Nixon Córdova para que dé forma a las figuras en yeso y fibra de vidrio. Luego convocó a un grupo de artistas para que desate su talento y plasme en colores el concepto del ave. Ellos, durante una semana, en el Teleférico, pusieron sus rúbricas a las esculturas.
Una que llama mucho la atención está sin pintar y sus alas y patas están aprisionadas a una maraña de cables. Ahí Marco hizo un comentario: “Eso es verdad, pobres pájaros tienen que volar con cuidado o mueren electrocutados en los tallarines”. El miércoles pasado soplaba un viento helado y decenas de personas caminaban, en grupos o a solas, por el bulevar. Se sentía seguridad y ganas de quedarse. Salomé y Marco caminaban a paso lento.