En Quito se vive un momento de transición del clima. Después de 48 días de estiaje, con incendios que espantaron, llegaron las lluvias. El 2 de octubre del 2024, incluso, inundaron algunos barrios del sur de la ciudad. Ahora, nuevamente hay un clima seco, que despertó un nuevo flagelo en el Ilaló. Cuando ya venga la temporada invernal, la acumulación de aguas hace que se miren a las quebradas de Quito y se piense en la necesaria prevención.
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El mal recuerdo con las quebradas de Quito
Aquel 2 de octubre, el río Capulí desbordó la quebrada de Caupicho y afectó barrios como Solanda, Nueva Aurora o la Lucha de los Pobres. El 10 de octubre, nuevamente se inundó la Lucha de los Pobres, como se puede comprobar en la siguiente imagen, en la que la colectora está al límite.
Si bien no hubo víctimas mortales que lamentar, sí hubo daños materiales en estos barrios del sur de Quito. No se puede decir con los barrios que quedan al occidente, sobre todo los que están en las laderas del Pichincha.
El 2022 y el 2024, hubo aluviones que mataron a 28 personas en el primero y una en el segundo. En el primero murieron 28 personas; en el segundo, una. Muchos se preguntaron qué se hizo en esos dos años y qué se ha hecho con las 101 quebradas en la ciudad de Quito.
La prevención en un plan
El Municipio de Quito ha informado que invierte 23,3 millones de dólares en el Plan Lluvia para mitigar los riesgos del invierno. Hay 142 estructuras en las 101 quebradas. De estas, 72 corresponden a 34 quebradas de las laderas del PIchincha, sostiene Ernesto Fonseca, subgerente de la Empresa Pública Metropolitana de Agua Potable y Saneamiento (Epmaps).
Le Epmpaps no se encarga de las quebradas de Quito, pero sí de las obras que se han construido para el drenaje de las aguas y así mitigar los efectos de la temporada invernal que pueden afectar a la población. Y si bien la quebrada de Caupicho es una quebrada que preocupa, las alertas y los constantes monitoreos con tecnología se orientan fundamentalmente hacia las 34 quebradas del Pichincha.
Entre enero y octubre de 2024, el Municipio se realizaron 210 limpiezas, en las que se retiraron 58 317 metros cúblicos de materiales retenidos en las estructuras de captación. Así se busca evitar que colapse el sistema de alcantarillado de Quito colapse. El presupuesto para la limpieza y el mejoramiento de las obras, según Fonseca, es de 1 500 000 dólares.
La prevención requiere más estudios
Liliana Troncoso, docente investigadora de la carrera de Geología en la Universidad Central, realizó un estudio de investigación sobre los aluviones del Pichincha. Afirma que las autoridades municipales sí han escuchado y tomado en cuenta los resultados de su trabajo. Sin embargo, los estudios deben mantenerse, y no solo en el caso de El Tejado, por el que ocurrieron los dos aluviones en La Gasca y La Comuna, que es al que ella se dedicó, sino también en todas las quebradas de Quito y tener un necesario plan de prevención.
Entre el aluvión del 2022 y el del 2024 hay diferencias importantes, “no por el fenómeno sino por el comportamiento del fenómeno influenciado por decisiones que hacen los humanos en el territorio”, dice Troncoso. Recuerda que en la zona de la cancha construyeron baños, que se constituyeron en una barrera y que en el 2024 cambiara la dirección del flujo, que se fue por un conjunto residencial por donde no debía, en principio.
Troncoso añade que en los dos aluviones llegaron bloques de dos o tres metros y de siete toneladas de peso. “No se entiende claramente dónde está su origen, de dónde se deprendieron. Tampoco sabemos cómo llegaron al colector”. Otra duda es cómo influyeron en el comporamento del flujo.
Cada quebrada de Quito es distinta, tanto por su ubicación como por el grado de inclinación que tiene. Las del Occidente tienen un pendiente mayor, casi como una resbaladera, lo que lo hace aún más riesgoso. Por eso, cada uno merece su propio estudio.
Sin embargo, uno de los problemas mayores es la relación que tienen los ciudadanos con las quebradas de Quito. Si antes se creía que rellenarlo era una solución, ahora sabemos que no es así. Por eso, Troncoso dice que las quebradas de Quito se han convertido en el lugar a donde van a esconder lo que les molesta e incomoda. Y eso es algo que debe cambiar.