Una llaga que cubre por completo su ojo derecho le recuerda a diario el peligro de manipular juegos pirotécnicos. Con resignación, Jackson Robalino rememora aquel 24 de diciembre del 2007 cuando su hijo de 4 años le pidió que comprara una luz de bengala para animar las festividades de Nochebuena. “Ojalá y nunca lo hubiera hecho”, afirma.
En ese entonces, los artefactos se vendían en las afueras del Quicentro Sur, mientras que cientos de personas realizaban las compras navideñas. Un negocio que hasta la fecha se sigue realizando, entre el secreto y la ilegalidad.
“No, aquí no vendemos esas cosas”, es la respuesta que dan cuatro comerciantes de adornos navideños del parque La Carolina, al preguntarles sobre los fuegos artificiales. Ellos no miran a los ojos, dan la espalda y son secos en su respuesta. Se siente su temor.
Al insistir, uno de los vendedores introduce su mano entre los pesebres, bombillos y luces. Hace a un lado los productos y saca una funda de color roja. En el interior hay martillos, silbadores, rosas chinas, volcanes, cohetes, luces de bengala, entre otros. “Las camaretas aún no han llegado”. En las carpas de La Carolina está prohibidas las ventas de juegos pirotécnicos, pero la medida no se acata.
Los productos que tienen aproximadamente 2,8 grados de pólvora, una cantidad que es suficiente como para producir quemaduras de tercer grado o mutilaciones de los dedos o de toda la mano. Así lo afirma Jorge Sánchez, oficial de la Dirección de Siniestros del Cuerpo de Bomberos de Quito (CBQ).
Robalino recuerda que, aquella noche, el accidente se produjo después de que su hijo encendió el artefacto y las luces de colores no comenzaron a salir del tubo de cartón. “Yo le quité el juego artificial a mi hijo y a los tres segundos explotó en mi cara. La pólvora encendida cayó sobre mi rostro. Gracias a Dios eso no le ocurrió a mi hijo”, cuenta.
Las celebraciones por Navidad y Año Nuevo se terminaron para Robalino y durante los siguientes cuatro años visitó clínicas, incluyendo una en Argentina, buscando algún médico que pueda salvar su cornea quemada.
Juan Carlos Gines, del Grupo de Intervención y Recate (GIR), asegura que la gran mayoría de juegos pirotécnicos que se venden en la calle son artesanales (hechos en las casas) o llegan por contrabando. Él afirma que personas con conocimientos básicos de explosivos hacen la pólvora con cuatro ingredientes que se consiguen en el mercado y luego la compactan en cartuchos. De ahí el riesgo de manipular los explosivos.
No existen estadísticas sobre personas afectadas por los fuegos pirotécnicos, pero según el Ministerio de Salud entre los años 2010, 2011 y 2012 se registraron 35 casos de intoxicación con diablillos, utilizados con fines suicidas.
Durante una prueba realizada por el CBQ, se introdujo un martillo en el interior de una manzana y luego de la explosión desapareció la fruta. Al hacerlo con un silbador aplastado (se compacta la pólvora y se genera una combustión rápida), la manzana se partió en dos pedazos. También se hizo una prueba con una pospierna de pollo y el martillo rompió los huesos y arrancó los músculos de la presa.
Durante este año, al país se han importado 249 toneladas de fuegos artificiales. Estos artefactos cumplen con los requisitos de seguridad y son aprobados por la Dirección de Logística del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas y además cuentan con la certificación internacional ISO 9001.
John Sanafria, dueño de la empresa importadora de fuegos artificiales Sanafrix, asegura que los explosivos legales, que son de libre venta, cuentan con instrucciones de uso, tienen mechas que se consumen lentamente y no utilizan sustancias inestables como el clorato (usado en la pólvora artesanal). “Los fuegos artificiales viajan desde China durante un mes bajo el sol y no explotan. Los que son hechos artesanalmente se pueden encender solo con el calor de un fricción”, explica.
Luego de cinco años y desgarradores diagnósticos, Robalino ha aceptado que nunca más podrá ver con su ojo derecho. Una prótesis cubre su llaga para evitar que las personas lo vean mal, pero asegura que se la sacará cada vez que tenga que advertir que “hay que tener terror de los juegos pirotécnicos”.
LA CIFRA
35 casos de intoxicación con diablillos se registraron en los últimos tres años.
Medidas de precaución
Menores de edad. No permita que niños usen los juegos pirotécnicos y cuando encienda los explosivos mantenga a los menores a una distancia considerable del lugar.
Manipulación. No saque el contenido del interior de los materiales pirotécnicos y no los combine con otros explosivos ni con líquidos que puedan generar mayor reacción.
Conservación. No guarde los juegos pirotécnicos dentro de ropa ni en los bolsillos. Estos deben ser almacenados en sitios secos y sin luz. Nunca los guarde en su casa.