Los personajes le dan vida a la ruta turística en el Centro Histórico

En la Plaza Grande. Lenin Robles, un actor que representa al ‘chulla quiteño’, conduce a un grupo de personas  por las calles del Centro Histórico de la capital.

En la Plaza Grande. Lenin Robles, un actor que representa al ‘chulla quiteño’, conduce a un grupo de personas por las calles del Centro Histórico de la capital.

El Centro Histórico con sus iglesias, plazas, museos y edificios históricos es uno de los principales atractivos para los turistas nacionales y extranjeros. Pero, además, hay personajes que en su cotidianidad se han convertido en íconos de la ciudad. En la parte baja de La Catedral hay cinco locales donde se venden dulces tradicionales, sánduches de pernil y jugos naturales. Eulalia Guevara es la dueña de la Confitería El Pretil.

Ella heredó la dulcería de su madre y su tía, quienes inauguraron el local hace 60 años. En sus vitrinas hay colaciones, suspiros, mistelas, chimborazos y otras golosinas tradicionales.

A diario, decenas de turistas siguen de cerca a los guías turísticos de empresas públicas y privadas que comparten sus historias con los visitantes. En la ciudad hay cinco puntos de información turística del Municipio. En El Quinde, en la esquina de la Venezuela y Espejo, se organizan recorridos, dirigidos por guías metropolitanos. Daniela Villena es una de ellas. Habla inglés y español y además de los sitios tradicionales conoce a varios vecinos del centro que pueden ofrecerle al turista una experiencia diferente.

Este año, cerca de 500 000 turistas llegarán a la ciudad, según las proyecciones que realiza la Empresa Pública Metropolitana Quito Turismo.

Un recorrido obligado es la Calle de las Siete Cruces (García Moreno). Frente a las iglesias de Santa Bárbara, La Concepción, La Catedral, El Sagrario, La Compañía y el Carmen Alto hay una cruz de piedra. La última cruz está justo frente al Hospital Psiquiátrico San Lázaro.

De paso por las iglesias, Villena se detiene frente a la casa N3-08, conocida como la casa del ‘guagua malcriado’. En la cornisa hay cinco figuras de yeso que representan querubines (pequeños ángeles). En una de las estatuas se puede distinguir lo que parece un órgano reproductor masculino. La historia popular cuenta que fue la travesura de un albañil.

En la esquina de la García Moreno y Rocafuerte se percibe un aroma dulce. Con una cuchara de madera, Carmen Soledispa bate la miel y el tostado, que se calientan en una paila de bronce. En la confitería El Gato y en dos locales más de esa esquina se prepara y se vende ‘caca de perro’. Martha Campaña, administradora del local desde hace cinco años, explica que se trata de una golosina que se prepara con tostado, miel y panela. También se ofrecen pepas de zambo y otras curiosidades.

El agua de rosas y la carmelitana son algunos de los productos que preparan las religiosas del claustro de El Carmen Alto. El único contacto que tienen con sus clientes es a través de un torno de madera en el cual se intercambia el dinero por las cremas, rosarios, dulces y otros productos.

Ingresando por la calle Morales, conocida como La Ronda, es probable que se escuchen los acordes de un piano. En la Casa de las Artes La Ronda trabaja Huberto Santacruz. Es el “médico cirujano de pianos”. En la pared de su taller cuelgan las fotos de los turistas que lo han visitado.

Ángel de Luz tiene un sonido único en el teclado de una pianola Playotone de 102 años, que fue totalmente reconstruida. En marzo de este año, Santacruz graduó a la primera promoción de músicos jóvenes en su escuela.

En el S1-81, en la esquina de la Guayaquil y Morales, Cristina Vizuete prepara caldo de nervio desde hace 37 años. Por USD 1, quienes visitan su negocio pueden saborear el platillo preparado con el órgano reproductor del toro. Por las noches cambia su menú por tortillas de maíz, seco de chivo y llapingachos.

Otro personaje es Luis López. Él representa a la tercera generación de sombrereros. Su abuelo se inició en el oficio en 1920. Uma Catama, que significa cabeza cubierta, también se instaló en la calle Morales. El fieltro y una amplia variedad de telas se utilizan en las cinco líneas de sombreros que llenan las vitrinas del local. Entre ellos se encuentra el Fedora, el tradicional modelo que vistió a los chullas quiteños por décadas.

Para quienes quieren revivir épocas pasadas, López tiene una habitación con 40 trajes indígenas, coloniales y de fantasía. Por USD 3, los turistas que visitan la tienda de López pueden probarse los trajes y tomarse fotografías.

Desde hace 56 años, Humberto Silva se dedica a fabricar pequeños juguetes hechos con latón. En la tienda del ‘hojalatero de La Ronda’ se puede comprar ollas, cocinas y refrigeradoras. Silva aprendió y heredó el oficio de su padre, quien tenía un taller en su natal Riobamba.

De regreso por la calle Venezuela, en la esquina del pasaje Espejo se ve a Marco Lizano frente a la batidora. Desde hace 10 años su abuela, Zoila Moya, era reconocida por el sabor de la espumilla.

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