Los vendedores de tripas, morochos y empanadas de viento cambiaron sus tradicionales puestos por modernos quioscos en el parque Navarro. Foto: Paúl Rivas / EL COMERCIO
El nuevo parque Navarro, más conocido como “parque de las tripas”, fue inaugurado la tarde de este jueves 22 de septiembre del 2016. Este sitio ahora cuenta con un área de juegos para niños, zonas de arbolado, murales y se mantienen los puestos de comida con una renovada imagen.
Los vendedores de tripas, morochos y empanadas de viento cambiaron sus tradicionales puestos por modernos quioscos que cuentan con acometidas de agua potable, energía eléctrica y dispositivos para el manejo sustentable de desechos.
Las modificaciones costaron tiempo y dinero que salió del bolsillo de cada uno, dice Rosario Yugcha, una de las comerciantes. Pero, asegura que era un esfuerzo necesario para dar un mejor servicio y continuar con el negocio que mantiene su familia desde hace tres generaciones.
Durante un mes los vendedores dejaron de trabajar mientras se realizaban los trabajos, dice Lucrecia Cusicagua, quien tiene este puesto desde hace 50 años. Los cambios son para beneficio de los clientes, sostiene, y espera que más personas visiten este lugar.
Según el alcalde de Quito, Mauricio Rodas, este sitio es un símbolo de la gastronomía quiteña, por eso, era necesario que los comerciantes se queden bajo mejores condiciones. Previo a la inauguración del parque, los vendedores también recibieron una capacitación en manejo adecuado de alimentos, salubridad y tuvieron clases de inglés.
Para demostrar sus conocimientos, Verónica Chango, miembro de la Asociación Santa Marianita de La Floresta, agradeció en inglés por las capacitaciones e invitó a los ciudadanos a que visiten el parque y prueben los platillos típicos.
Daniela Chacón, concejal del Distrito, admite sentirse contenta al ver la nueva imagen del parque, en la que trabajó desde el inicio del proyecto. Chacón explica que cada uno de los 16 comerciantes invirtió alrededor de USD 12 000 en el nuevo mobiliario y firmaron un convenio para el cuidado del espacio público. El compromiso es que cada noche retiren sus puestos y dejen la zona en perfectas condiciones.
Este fue un esfuerzo de casi dos años, cuenta Chacón, que incluyó un diseño participativo de la comunidad en donde se analizó la nueva imagen que iba a tener el parque. La permanencia de las ventas de comida fue uno de los principales temas de discusión durante las mesas de trabajo que se desarrollaron previo a la remodelación del parque. Según la concejal, “había que preservar la identidad gastronómica y cultural” permitiendo que los puestos se queden.
En esta ocasión, con carteles en mano, algunos de los vecinos del sector se acercaron hasta el parque para continuar expresando su rechazo. Guadalupe Valencia, moradora de La Vicentina, considera que los puestos contaminan el aire de la zona y perjudican su salud.
Además de las reformas en el mobiliario de las comidas, en el parque Navarro se colocaron mesas para que los visitantes puedan sentarse a comer tranquilamente, se plantaron 4 500 especies de especies endémicas y se instalaron un piso podotáctil y rampas para las personas con discapacidad visual y física.
En los alrededores del parque también se hicieron reformas. En las calles aledañas se habilitaron cruces seguros para los peatones, nuevos semáforos, señales para priorizar al peatón y se instaló una estación del servicio público de bicicletas BiciQuito.