Hay que conducir con cuidado, la carretera es de segundo orden en un tramo, antes de llegar a la entrada de la Reserva Ecológica Antisana. Allí se ubica la laguna Micacocha, en la parroquia de Píntag, a 35 kilómetros de Quito.
Pocos metros más al sur, el camino mejora. Hay una vía pavimentada y, a pesar de que el carro puede circular con mayor rapidez, el paseo de unos caballos y las gaviotas de páramo queriendo emprender el vuelo detienen la intención de acelerar.
Desde la ventana del carro es fácil observar varias especies de aves andinas, como patos, bandurrias, curiquingues, gaviotas y otras tantas de mamíferos, algo más cautelosos y tímidos, como las liebres que recorren el páramo.
Para llegar a las orillas de la laguna hay que caminar 30 minutos. El viento sopla fuerte y la baja temperatura obliga a salir del auto lo más abrigado posible. A más de ser un destino turístico, la laguna sirve para abastecer de agua potable al sur de Quito.
Entrar a la reserva no tiene costo, solo hay que registrarse. Los visitantes pueden disfrutar de caminatas por senderos naturales y pescar. Para esta actividad hay un horario definido (de lunes a domingo, de 07:00 a 11:00 un grupo y de 11:00 a 15:00, otro grupo). Se puede pescar hasta seis truchas, dependiendo del peso. Está prohibido acampar.
Otra de las lagunas que hay en el sector es la de Secas, ubicada a 10 minutos de la Micacocha. Ahí, es necesario ascender una pequeña montaña rocosa para tomar una lancha a motor. Se puede realizar un paseo por la laguna, el recorrido dura 45 minutos y cuesta USD 2 por persona. El sonido de las aves, del agua y del viento otorgan una sensación de paz.
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Sebastián Almeida, de la Empresa Quito Turismo, es experto en la pesca deportiva. En 10 minutos y con gran agilidad arma la caña y coloca el anzuelo. Comenta que el requisito fundamental es la paciencia. Transcurridos 30 minutos y después de varios intentos su caña es halada por un pez. Desde la lancha se ve cómo la trucha es arrastrada rápidamente junto al bote.
Con lentitud recoge el hilo, saca al pez de la laguna, le quita el anzuelo y dice: “Es pequeña y no hay que interrumpir su ciclo de crecimiento”. Le da un beso y la devuelve al agua.
El paseo finaliza y la hora del almuerzo llega. Qué mejor que una trucha acompañada de arroz, ensalada y papas fritas. Este plato y otras opciones de comida típica de la zona se pueden saborearen el restaurante Tambo Cóndor, ubicado a 500 metros de la la-guna. Su propietario, Vladimir Ushiña, comenta que a más de la alimentación, el sitio cuenta con un mirador natural de aves.
En la parte posterior del local hay un telescopio. Desde su lente se puede observar un dormidero de cóndores. Ushiña informa que en el sector se ha detectado a 26 ejemplares de esta ave típica de los páramos andinos y que está en peligro de extinción.
La ruta concluye con la visita a la última laguna: Tipo Pugro. Las chuquiraguas, las flores de páramo y los pajonales acompañan la majestuosa vista del volcán Antisana de 5 758 metros.
En los alrededores se puede acampar. Es recomendable llevar una carpa para montaña con estacas para anclarla al suelo, bolsas de dormir, agua y linterna. Hay tres sitios rodeados por piedras donde se puede prender fogatas. El viaje es una aventura.