Una guardaboques contó que vio una familia de osos andinos en Nanegalito, en el noroccidente de Quito. Reaparecieron en una zona de reforestación activa del Chocó Andino. En La mañana del 21 de marzo de 2025, Rocío Ayala, guardabosques de la Red Metropolitana, detectó movimiento en las copas de los árboles mientras patrullaba una finca del sector Guandopungo.
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Osos avistados eran una hembra y sus oseznos
Al observar con detenimiento, Ayala notó a una hembra de oso andino junto a dos crías, alimentándose de bromelias entre los árboles de aliso.
Ayala, de 33 años, forma parte del equipo de vigilancia ambiental que opera en el Corredor Ecológico del Oso Andino, un tramo clave del Chocó Andino. “Antes del proceso de reforestación, era muy raro encontrar a los osos. Son animales tímidos, pero vitales para estos ecosistemas”, explicó.
El avistamiento de los osos andinos en Nanegalito ocurrió en una finca que integra el programa de fortalecimiento del Subsistema Metropolitano de Áreas Naturales Protegidas (Smanp), que implementa la Secretaría de Ambiente en ocho áreas protegidas del Distrito Metropolitano de Quito. Desde mayo de 2023, este programa abarca 290 fincas y más de 7.000 hectáreas en total.
El oso andino, un indicio del estado ecológico
El oso de anteojos (Tremarctos ornatus) es una especie vulnerable, cuya presencia suele ser un bioindicador de la salud de los ecosistemas andinos. Según Ayala, su reaparición sugiere una mejora en el estado del bosque y la efectividad de los planes de conservación.
Los esfuerzos actuales incluyen la entrega de incentivos no monetarios como plantas nativas frutales, sistemas de riego y apoyo a prácticas sostenibles. La inversión realizada en este proceso alcanza los 480 000 dólares. Para 2025 se prevé un presupuesto adicional de 450 000 dólares con el fin de ampliar la cobertura.
Una región clave para la biodiversidad
El Chocó Andino, reconocido por la UNESCO como Reserva de Biósfera, conecta los Andes con los bosques húmedos del norte y alberga especies como el cóndor andino, el tapir, el mono aullador, el tigrillo y la rana cohete de Mindo.
En Quito, el 57% del territorio (unas 240.000 hectáreas) está bajo cobertura de conservación. Guardabosques como Ayala cumplen funciones de monitoreo de fauna en peligro, patrullaje forestal y control del cumplimiento ambiental.
“Cada vez que vemos un oso, sabemos que estamos recuperando algo que estuvo al borde de desaparecer”, afirma Ayala, quien ha trabajado en la zona por más de dos años.