Las trabajadoras sexuales en el sector de La Mariscal. Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO
“¿Mi amor, te acompaño?”, le dispara Tatiana a un hombre que se estaciona a unos centímetros de ella. La conversación dura 10 segundos. Ella se inclina y hunde la cabeza por la ventana del copiloto. Al final, él arranca y desaparece. No hay trato.
La noche de ayer, lunes 21 de octubre de 2015, a las 22:00, Tatiana era la única mujer en una de las esquinas de la 9 de Octubre, en el norte de Quito. Tiene 20 años y desde los 19 se dedica al trabajo sexual.
Cuando las puertas enrollables de los negocios se cierran o las luces de los edificios se apagan, la dinámica del servicio sexual callejero se transforma. Ya no se concentra en las esquinas del Centro Histórico. Las mujeres se pasean por el sector de la Amazonas, entre las avenidas Patria y Veintimilla.
Tatiana reconoce que “lo de los hostales” no es nuevo ni exclusivo del Centro. Estos lugares –no todos, dice- se utilizan desde años atrás para dar servicios sexuales.
El viernes anterior, el Municipio clausuró siete hostales que funcionan en el Centro Histórico. Según el Cabildo, los locales ejercían una actividad distinta para la que fueron autorizados.
Esto desató una serie de protestas de mujeres que exigen espacios dignos para ejercer su oficio y la reapertura de los hostales.
En La Mariscal, este trabajo no es solo de mujeres. En las esquinas de la avenida Amazonas también hay transexuales. A unos 10 metros de Tatiana hay un grupo trans. “No tengo problemas con ellas. Hay veces que me invitan a comer cuando no he tenido ningún cliente”.
A diferencia de la dinámica matutina, la noche trae más riesgos para quienes se dedican a la oferta de sexo en la calle.
Tatiana se salvó de ser “cortada” meses atrás. Un cliente la llevó a un bosque en El Condado y la amenazó con una tijera “enorme”. “Todavía no sé cómo logré escapar de eso”.
Pese a los riesgos, ella sigue en las calles. Sale cuatro días a la semana. El dinero que gana, como muchas trabajadoras sexuales, va para la alimentación de su hijo, de 12 meses.
Ella espera dejar esta actividad en un par de años, antes de que su hijo pueda darse cuenta de lo que ella hace…